domingo 17 de septiembre de 2023

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Cara y Cruz

Puro quedarse en partidas

El alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta fue el gran derrotado de las PASO, en el marco de un resultado general en el que, si bien se impuso sorpresivamente el libertario Javier Milei...

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El alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta fue el gran derrotado de las PASO, en el marco de un resultado general en el que, si bien se impuso sorpresivamente el libertario Javier Milei, las diferencias con Juntos por el Cambio y Unión por la Patria fueron lo suficientemente exiguas como para mantener expectativa en los tres espacios.

Con más de 4 millones de votos, Patricia Bullrich le sacó cerca de un millón y medio de ventaja en la interna de Juntos. Una victoria categórica, más meritoria si se considera que la ahora candidata contaba con muchísimos menos recursos que el Jefe de Gobierno.

Rodríguez Larreta perdió la interna incluso en la propia CABA que gobierna, fenómeno extraño no solo si se lo compara con lo que ocurrió en el resto del país –las derrotas oficialistas en las elecciones desdobladas fueron la excepción- sino también por el entusiasmo que debería haber generado entre sus gobernados el hecho de ser un aspirante a la Presidencia.

Precandidato a precandidato, se ubicó allí unos 38 mil votos por encima de Milei y 60 mil por sobre Massa, pero Bullrich lo superó por 140 mil sufragios. Una paliza jugando de local.

Es evidente que no consiguió instalar un discurso que movilizara al electorado a su favor, una épica con la que los votantes pudieran sentirse identificados y comprometidos.

Acaso haya contribuido a este fracaso el hecho de pretender mantenerse neutral en escenario tan tenso, en la suposición que le alcanzaría con hablar de su gestión municipal y no definirse con claridad respecto de los fuertes conflictos y dilemas que signan a la sociedad argentina. Como si el 70% de consenso que, según él, debe reunirse para acometer los cambios que requiere el país, fuera a edificarse solo con el perfil de “ni chicha ni limonada” que con tanto esmero cultiva.

Entre los dislates de Milei y los contundentes posicionamientos de Bullrich, su figura quedó muy desdibujada como antagonista del Gobierno. Y eso que motivos para confrontar con la Casa Rosada no le faltaron desde que, en septiembre de 2020, el presidente Alberto Fernández le recortó un porcentaje de la coparticipación a CABA y se lo transfirió a la provincia de Buenos Aires para resolverle una revuelta policial al gobernador Axel Kicillof.

Rodríguez Larreta recurrió a la Corte de Justicia, que le dio la razón, pero su reacción política fue demasiado tibia. Quizás los porteños hayan comenzado ahí a tomar nota de lo que podían esperar de su Jefe de Gobierno.

Idéntica conducta asumió en su enfrentamiento con Mauricio Macri, que era obvio y tuvo su pico en el desacople de las elecciones para la Jefatura de Gobierno porteña de las Presidenciales. El movimiento beneficiaba la precandidatura a alcalde del senador radical Martín Lousteau contra el primo del expresidente, Jorge Macri, quien en su momento había tomado licencia como intendente de Vicente López para desempeñarse como ministro de Gobierno de CABA.

Pero Rodríguez Larreta se quedó a mitad de camino en el desafío a Mauricio. No solo nunca respaldó a decididamente a Lousteau, sino que no dijo nada de la incompatibilidad del primo para postularse a Jefe de Gobierno de CABA siendo intendente de otro distrito y lo mantuvo como ministro principal de su gabinete. Tampoco se animó a defender a fondo la alianza con Juan Schiaretti. Puro quedarse en partidas, sin largar nunca.

Así y todo, Lousteau perdió por apenas un punto la PASO porteña. Jorge Macri designó como su candidata a vicejefa a Clara Muzzio, una macrista “paladar negro”, ministra de Espacios Públicos e Higiene Urbana de CABA, cosa que fue recibida como un agravio por el radicalismo.

De tal modo, Rodríguez Larreta perdió con Macri, perdió con Bullrich, no puede sacar provecho de la victoria de Jorge Macri y quedó mal con los radicales y el "cordobesismo" de Schiaretti.

Completito el desastre, como para dar clases de liderazgo.

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