Aunque la reticencia del Papa Francisco a visitar la Argentina suela marcarse como indicio de su prescindencia respecto del ríspido litigio político del país, sus conductas marcan una inclinación hacia el kirchnerismo.
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Aunque la reticencia del Papa Francisco a visitar la Argentina suela marcarse como indicio de su prescindencia respecto del ríspido litigio político del país, sus conductas marcan una inclinación hacia el kirchnerismo.
Llamó la atención en este sentido, después de las amargas primarias que debió trasegar el Gobierno, la incorporación de los equipos del Vaticano de dos juristas claramente enfilados con la vicepresidenta Cristina Kirchner, a quien el Sumo Pontífice recibió en reiteradas oportunidades en una muestra de amabilidad que no tuvo para con sus antagonistas políticos.
Los beneficiados por la lapicera de Francisco fueron el exmiembro de la Corte de Justicia y asesor de Cristina Eugenio Zaffaroni y el juez porteño Roberto Gallardo.
Zaffaroni pasó de desempeñarse como juez del máximo tribunal del país a asesor de CFK, a lo largo de una trayectoria en la que fue dejando jirones de su antiguo prestigio, sacrificado menos en aras del “garantismo”, según el cuál los delitos no debe penarse, que del “lawfare”, teoría que pretende convertir las investigaciones judiciales sobre las depredaciones al erario en persecuciones políticas. Por decisión del Papa, el personaje integra ahora un organismo del Vaticano abocado a los derechos sociales y el colonialismo.
Gallardo, en tanto, compensa la flaca solvencia jurídica con una adhesión al credo kirchnerista lindante con el grotesco y un historial de sentencias absurdas sistemáticamente anuladas. Prohibición de bailes y “deliverys”, intervención del SAME, subsidios a hijos de cartoneros como si fuera un legislador, entre otras sentencias estrafalarias y ridículas, cayeron a la primera apelación. No obstante, a criterio de Francisco cuenta con la idoneidad suficiente para presidir un comité de jueces en el Estado Vaticano.
La presunción es que, aprovechando la calidad de “puntos índice” del Papa, intervendrán con opiniones en la contienda electoral para mellar tanto a Patricia Bullrich como al emergente Javier Milei.
El resultado que vayan a tener estas hipotéticas incursiones de los protegidos papales es incierto tirando a contraproducente, dado que las aventuras electorales de otros dirigentes que hacen gala de sus vínculos con Bergoglio fueron muy malas.
Juan Grabois también es “punto índice” del Vaticano, en el Ministerio Social y Ambiental. Se postuló como precandidato a presidente contra Sergio Massa en la interna de Unión por la Patria y, entenado del Papa y todo, a gatas arañó el 6% y superó el millón de votos.
Tampoco le fue bien al jefe del poderoso Movimiento Evita Emilio Pérsico, cuya esposa, Patricia “Colo” Cubría, le disputó la candidatura a intendente de La Matanza por Unión por la Patria al actual lord mayor, Fernando Espinoza. No solo perdió, sino que quedó tercera, debajo del cantante de cumbia libertario David Martínez, conocido como “El Dipy”.
Tanto Grabois como Pérsico pueden considerarse jugadores del Papa dentro del esquema kirchnerista. Ambos fueron, como Cristina, distinguidos con reuniones con él. Y también resultaron derrotados sin atenuantes en las primarias. Son dos referentes centrales de los movimientos sociales, instrumentos que el kirchnerismo empoderó para gravitar en el ecosistema de la pobreza y que fueron desbordados, como toda a política, por el tsunami Milei.
Ahora Bergoglio designa a Zaffaroni y el grotesco Gallardo para continuar en escena respaldando al kirchnerismo de cara a las generales del 22 de octubre. Sobre todo en el caso de Gallardo, se ve que tras la derrota apuesta a perfiles similares a los del libertario.n