jueves 28 de marzo de 2024
Editorial

Peligrosa arremetida conservadora

Un hecho que puede parecer menor y ocurrido en un lugar distante del mundo, tiene sin embargo un formidable valor simbólico que alerta sobre los avances prohibicionistas en materia cultural, lo cual implica al mismo tiempo un retroceso respecto de las libertades individuales y públicas y la diversidad que caracteriza a la humanidad.

Lo ocurrido, además, no representa un hecho aislado sino que se enmarca en el auge de la arremetida conservadora vigente en un país, Estados Unidos, que durante mucho tiempo se autoproclamó baluarte de la libertad y que hoy produce a diario episodios que contradicen ese supuesto. En el estado de Michigan una biblioteca deberá cerrar sus puertas porque fue desfinanciada por iniciativa de esos grupos retrógrados. ¿La razón de la medida? Poseía libros de temática LGBTQ+, en particular una novela que abordaba la experiencia de una escritora no binaria Gender Queer: “A memoir”, de Maia Kobabe.

Son muchos los reclamos en ese país que procuran prohibir productos culturales que, según una particular visión, no se ajustan “a la idiosincrasia nacional”. El año pasado, según lo registró la Asociación Estadounidense de Bibliotecas, hubo 729 reclamos sobre materiales y servicios de bibliotecas, escuelas y universidades, lo que llevó a retirar de sus estantes unos 1600 títulos.

Se trata de actos de censura que no son de ninguna manera compatibles con el mundo democrático occidental y que además genera discriminación y marginación, en hechos que exceden la difusión o no de un libro, de un sector de la sociedad.

La avanzada conservadora, pues, ahora tiene forma de censura en Estados Unidos. Teniendo en cuenta la incidencia de ese país en el resto del mundo, en materia política y económica pero también cultural, estos hechos, que parecen cobrar cada vez más dimensión, no deberían pasar inadvertidos.

En la Argentina la censura ha dejado de ser un tema recurrente, como lo fue y muy gravemente, durante las dictaduras militares, en particular la que rigió entre 1976 y 1983. Ya son varias las generaciones que nacieron y crecieron en democracia, millones de niños, adolescentes, jóvenes y adultos que no entenderían la obsesión de los gobernantes de entonces por prohibir a músicos, autores, cantantes, escritores.

Durante la última dictadura las autoridades organizaron quemas de libros y persiguieron a sus autores. Algunas de esas fogatas fueron documentadas porque fueron públicas. Forman parte del archivo del documental “Los libros cautivos”, estrenado este año.

Salvo aquellos que hacen apología de delitos tipificados en el Código Penal, los productos culturales no deben censurarse. Se puede coincidir con ellos o no. Pueden gustar o no, pero escamotearle a las personas las posibilidad de juzgarlos, criticarlos o gozar de ellos, es una aberración incompatible con la tolerancia, con la diversidad y, en definitiva, con el espíritu democrático.

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