viernes 22 de marzo de 2024
Cara y Cruz

Los "gordos" de la pobreza

Eduardo Belliboni, referente del Polo Obrero, admitió oficialmente que la agrupación se...

Eduardo Belliboni, referente del Polo Obrero, admitió oficialmente que la agrupación se queda con el 2% de los planes Potenciar Trabajo que administra. Son 60.000 beneficiarios, a razón de 19.000 pesos cada uno, de modo que la tajada del PO sería de unos 22.800.000 pesos mensuales, 273.600.000 pesos al año.

Es un blanqueo. Hace dos meses, Belliboni desmintió a Luis D’Elía, que lo acusó en un programa de televisión, en vivo, de cobrarle a los beneficiarios de planes sociales por asistir a las manifestaciones.

“Nosotros no le cobramos nada a los compañeros, y se lo puede preguntar a cualquiera. Es exactamente lo mismo de lo que me acusa la extrema derecha”, respondió.

Ahora aclaró que la quita en los planes que se otorgan a través del ministerio de Desarrollo Social “no es compulsiva”, sino “un aporte voluntario de los ingresos votado en las asambleas”. La Mesa Directiva del Polo Obrero aseguró que en esas mismas asambleas “se rinde cuentas sistemáticamente sobre los ingresos y gastos y se aprueba colectivamente el destino de los recursos que son de todas y todos los compañeros”. Sostiene que la contribución se destina a financiar gastos operativos de los comedores, como los alquileres, que el Estado no financia.

Como sea, es claro el afianzamiento de una nueva burocracia en el país: la que administra los recursos públicos destinados al asistencialismo.

No es para escandalizarse. El surgimiento de este tipo de organizaciones es previsible en un país que viene pauperizándose sin pausa desde hace 40 años. Son famosos los “gordos de la CGT”, cuya prosperidad no mengua a pesar del significativo retroceso del salario real y el trabajo. El país flaco engendró nuevos gordos: los representantes de la pobreza, que pechan, además, en el terreno político.

La disputa entre estos sectores y la burocracia política por el manejo de los programas de asistencialismo fue evidente en el proceso electoral del año pasado, donde Daniel Arroyo fue desbancado de la conducción de Desarrollo Social y reemplazado por “Juanchi” Zabaleta, intendente de Hurlingham, en el desemboque de una polémica abierta cuando La Cámpora advirtió que la política social no podía permanecer congelada en el suministro de planes, sino propender a convertir el asistencialismo en trabajo genuino.

El Polo Obrero sostiene que el 2% que retiene a su clientela va a gastos logísticos, pero hubo ya indicios de que el dinero puede utilizarse para fines menos vinculados a morigerar el padecer de los sectores arrojados a la exclusión.

En marzo del año pasado, militantes del Movimiento Evita fueron descubiertos con 1,4 millones de pesos con los que, según dijeron, iban a pagar el transporte de asistentes a un acto para celebrar los ocho años de pontificado del Papa Francisco. El vínculo entre la asistencia social y las efemérides vaticanas no se explicó.

Fernando “Chino” Navarro, que es, además del jefe del Movimiento Evita, Secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil de la Jefatura de Gabinete de la Nación, refrendó la versión. El otro líder de la organización es Emilio Pérsico, secretario de Economía Social, del Ministerio de Desarrollo Social.

El Evita es el más poderoso de los movimientos sociales. Aventajado antagonista del Polo Obrero y el resto por el posicionamiento de sus jerarcas en el escalafón estatal.

En la Argentina con pmás del 40% de su población en situación de pobreza, la disputa política cambió de eje. El trabajo retrocede ante la exclusión, el sindicalismo ante las organizaciones sociales. Lo que permanece inmutable es la pelea por la caja.

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