La celebración de la Autonomía de Catamarca es costumbre institucionalizada –hasta feriado provincial tiene- que requiere, para que esté a la altura de la envergadura que sus mentores imaginaron en agosto de 1821, de concreciones en la realidad práctica.
La Argentina tiene una deuda con las autonomías provinciales porque tiene una deuda con el federalismo real. La dependencia de los estados sub-nacionales respecto del poder central que reside en Buenos Aires es histórico y estructural, consecuencia inevitable del diseño de un país macrocefálico pensado para beneficiar al puerto de Buenos Aires y la Pampa Húmeda en detrimento del resto de las regiones del país, particularmente el Norte Grande (NOA y NEA). Así se configuró la Argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Para compensar esas inequidades muy manifiestas, se implementaron a lo largo del siglo XX y se mantienen hasta hoy, regímenes de compensación, algunos por ley y de reparto automático de fondos como la coparticipación federal de impuestos y otros informales y de reparto regidos por criterios arbitrarios, como los aportes no reintegrables del tesoro nacional. También son discrecionales los criterios de localización de la obra pública que, aunque se aprueban en el Congreso de la Nación, se deciden en los despachos del Ejecutivo nacional.
La dependencia de las provincias más relegadas de los aportes discrecionales y de la obra pública con fondos del gobierno nacional, menoscaba las autonomías que existe en el plano de los papeles formales. A diferencia de regímenes unitarios que tienen vigencia en otros países de la región y del mundo, los habitantes de las provincias eligen a sus gobernantes locales. Pero esos gobernantes disponen de un presupuesto que está condicionado por la relación que mantienen con las autoridades federales, y en ese plano resignan autonomía.
Son innumerables los casos de legisladores nacionales que votan en contra de sus convicciones porque hay un acuerdo entre el gobierno de la provincia que representan y el nacional. Prerrogativas, un plan de obras, fondos discrecionales como monedas de cambio. Se recordará, por ejemplo, el voto de los legisladores peronistas catamarqueños a favor de la reforma previsional impulsada por Mauricio Macri.
Aunque la dependencia de los fondos del gobierno central sea un candado a la libertad de las provincias de decidir su destino autónomo, es importante señalar que en los últimos años el margen de maniobra se ha ampliado. La gran mayoría de las provincias gozan de superávit fiscal o de equilibrio fiscal, a diferencia de lo que sucedía décadas atrás, cuando el déficit era masivo y recurrente, lo que obligaba, por ejemplo, a la impresión de cuasimonedas.
La autonomía, recortada como se dijo, debe celebrarse de todos modos como un gesto de reconocimiento a los padres fundadores de la provincia y como una reafirmación hacia un futuro en el que se cristalice en la práctica y en toda su dimensión.