Pobre víctima. Juan Pablo "Pata" Medina pretende absolverse con la trama del espionaje macrista
La afición por el espionaje de entrecasa que se le ha confirmado a la administración Macri, gravísima por sus inquietantes proyecciones, es asumida como dictamen absolutorio por personajes como el sindicalista Juan Pablo “Pata” Medina, extitular de la UOCRA de La Plata detenido en septiembre de 2017 en el marco de una causa por extorsión y lavado de dinero.
Se trata de otra de las anomalías lógicas engendradas por la grieta. A partir de la difusión del video en el que Marcelo Villegas, ministro de Trabajo de la exgobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, aparece coordinando acciones con empresarios de la construcción y elementos de la Agencia Federal de Inteligencia para armarle causas judiciales, el “Pata” propone un silogismo político cuya conclusión pretende aparejar su figura a la del legendario Agustín Tosco en lugar de con la de Al Capone, más apropiada en cuanto se revisan los antecedentes.
De las escuchas ilegales del jefe de la Policía Metropolitana Jorge “Fino” Palacios a las chapucerías de la AFI a cargo de Gustavo Arribas, que incluyen escuchas ilegales a los familiares de las víctimas del ARA San Juan, a Macri los incidentes por el supuesto uso indebido del aparto de inteligencia parecen perseguirlo como un karma.
La gestión de Arribas en la AFI ha sido enfocada por caracterizados antikirchneristas que también fueron blanco de su curiosidad mientras Macri era presidente, de modo que el video ha venido a reforzar las presunciones de matufias que deben esclarecerse independientemente de los intereses de facción.
Esto no habilita de inmediato la canonización de sujetos como Medina, que encarna el sindicalismo mafioso y violento. Entre sus precedentes se cuenta el enfrentamiento a tiros que sus pandillas de la UOCRA protagonizaron con las de los camioneros de Hugo Moyano el 17 de octubre de 2006, cuando los restos de Juan Domingo Perón fueron trasladados a San Vicente.
En septiembre de 2017, el “Pata”, designado en los informes de los superagentes de Arribas como “Conejo”, se atrincheró en la sede de la UOCRA La Plata para resistir la orden de detención que se había librado en su contra en la causa por extorsión y lavado de dinero. Había pruebas sobre la presión que ejercía sobre las constructoras para disponer quiénes trabajaban y elegir las empresas proveedoras. Se lo vinculaba con paralización de grandes obras públicas, como la Autopista a Buenos Aires, el Policlínico platense, y el Estadio Único, pero también de muchas obras privadas.
La violencia era una de las características medulares de su conducta.
En 2000, fue filmado mientras amenazaba a un grupo de albañiles para que dejaran de trabajar en la ampliación de un supermercado, donde pretendía colocar a personas de su grupo. Al llegar la policía comenzó una refriega que dejó treinta heridos. Lo procesaron por coacción agravada en septiembre de 2001 y pasó más de un año en la cárcel.
En 2013, durante la inundación de La Plata, una patota de la UOCRA de Medina golpeó a militantes de La Cámpora que se habían acercado a colaborar.
La degradación había empezado a profundizarse con las grandes obras en la destilería de YPF y en las grandes obras públicas en La Plata, Ensenada y Berisso. Luego, esto pasó al sector privado para obras de todo tipo. Para el 2017, se calculaba que la participación de Medina en el circuito implicaba sobrecostos en la construcción de aproximadamente al 40%.
La “Gestapo antisindical” que Villegas anhela en la reunión con empresarios y agentes de la AFI completaría su derrotero aberrante si sirve como coartada a personajes como el “Pata” Medina, que buscan recuperar cobertura política para sus comprobadas iniquidades.