jueves 28 de marzo de 2024
Cara y Cruz

Elocuente hermetismo

El compromiso de hermetismo que se selló ayer en torno al encuentro de los gobernadores oficialistas con el presidente Alberto Fernández adquiere en la crisis el paradójico don de la elocuencia: primigenios aspirantes a ser viga central de un poder albertista que balanceara el de Cristina, los mandatarios eligen atenuar el impacto de su resignación con el silencio.

La visita fue propuesta por la Casa Rosada luego de la reunión que los caciques mantuvieron en la sede del Consejo Federal de Inversiones. El objetivo era evitar que salieran ataques desde allí, como mínimo mermar su efecto político.

Debe admitirse que, por la cantidad de concurrentes, la maniobra tuvo más éxito que la fallida convocatoria efectuada para respaldar a la ministra de Economía, Silvina Batakis, si bien, como ocurre con todo lo que hace la descompuesta administración nacional, el adjetivo debe aplicarse con criterio restrictivo: que el Presidente no sea cuestionado de modo explícito demanda unos esfuerzos tan desmesurados que merece ser festejado como un Mundial. Fernández ya no pide el sacrificio de los elogios, se conforma con que no lo lonjeen.

Pero ni eso alcanza a esta altura. Con Batakis todavía en los Estados Unidos, recrudecieron las versiones de su inminente reemplazo por Sergio Massa, quien tuvo que salir a aclarar que no le ofrecieron nada y que recién hablará con Fernández mañana o pasado. En Washington deben estar preguntándose con quién estuvieron hablando y hasta qué punto es conveniente confiar en el respaldo que Batakis aseguró tener para su programa de contención del gasto, que incluye, según dicen que dijo, a Cristina.

Las expectativas que la conga de trascendidos y versiones está construyendo alrededor de su desembarco en el gabinete como “superministro” deben por otra parte inquietar a Massa, sobre quien recaerán las responsabilidades por no salvar al Gobierno. O se las harán recaer.

En ese contexto debe interpretarse la reticencia de los gobernadores a comprometerse. Lo poco que trascendió de la reunión de ayer con Fernández fue que le recriminaron por el impacto del caos nacional en las economías de sus distritos y que el Presidente prometió que tomará medidas.

Lo que ven venir los mandatarios es la tijera nacional sobre sus presupuestos, no ya por restricciones en el envío de recursos, sino de exigencias concretas para que financien al Tesoro nacional.

Es una alternativa que empieza a cundir en el área metropolitana, filtrada entre las conjeturas sobre alquimias burocráticas del trípode Fernández-Kirchner-Massa. Que es metropolitano y requiere el concurso del resto de los actores políticos únicamente para que les acaten las decisiones.

Sostienen las usinas de AMBA que la mayoría de las provincias tienen sus cuentas en orden y que les sobra plata, de modo que correspondería que auxilien a la Nación privada de crédito en momentos tan aciagos.

Presagios retroactivos, como ya se ha señalado: en la administración de Fernando De la Rúa, la debacle estuvo precedida por la poda de fondos a las provincias. Hay una diferencia central, sin embargo: en aquella época proliferaban las cuasi-monedas de los bonos, bicicleta que los gobernadores habían inventado para solventarse en la declinación del sistema de Convertibilidad.

Hoy no hay cuasi-monedas y los gobernadores se ven venir el sablazo. Si el mercado es refractario a adquirir bonos y títulos de la Nación para reciclar el financiamiento, Nación podría pretender enchufárselos a las provincias. Para seguir alimentando la bulimia del área metropolitana que concentra los votos.

Se verá, pero los jefes territoriales empiezan a atajarse. No es lo mismo jugar con el coya que con las alforjas.

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