Una llamativa campaña “antiturismo” se viene desarrollando en varias ciudades europeas, pero particularmente en España. Si bien se trata de un fenómeno distante de nuestra realidad, arroja algunas enseñanzas para su aplicación en el desarrollo turístico de Catamarca, aun en un estado incipiente.
La movida española incluye manifestaciones públicas e incluso movilizaciones de personas que expresan abiertamente su rechazo a la llegada masiva de visitantes. En los últimos días las protestas se registraron en Palma de Mallorca, a donde arriban habitualmente más de dos millones de turistas por año.
En rigor, la oposición es a un modelo de turismo en particular, que suele definirse como “turismo de masas”, sin regulaciones y con impactos negativos en lo económico y en lo ambiental. Si bien el turismo genera ingresos para los actores económicos locales, también provoca un incremento de los alquileres de inmuebles que perjudica notablemente a los habitantes del lugar. El otro impacto negativo es el ambiental. El turismo masivo, si no hay regulaciones claras y específicas, es altamente contaminante.
Los promotores de este tipo de campañas aclaran que no se oponen al turismo, sino a este modelo de turismo masivo y sin controles. Está empezando a cobrar fuerza en el mundo lo que se denomina “turismo regenerativo”, que plantea la preservación ambiental del destino y su entorno y la realidad de los residentes permanentes en el lugar, no solamente de los visitantes ocasionales. Se trata de un modelo que promueve la planificación de las intervenciones e impide la mercantilización del espacio público y la sobreexplotación de los recursos naturales.
Catamarca ha crecido mucho en materia turística en las últimas dos décadas, pero no se caracteriza por un “turismo de masas”, salvo en la ciudad Capital y en julio, en oportunidad de la realización de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho. De modo que se está a tiempo de impedir sus efectos negativos, particularmente en lo relacionado con la afectación ambiental.
Hay, sin embargo, algunas luces amarillas. Habitantes permanentes de algunas villas turísticas suelen advertir sobre el impacto ambiental de construcciones de viviendas de veraneo. En El Rodeo, por ejemplo, se construyen casas en plena montaña con accesos bastantes precarios. Tanto la construcción de los inmuebles como la apertura del camino producen una deforestación del entorno, con los riesgos de derrumbes y de, en caso de lluvias copiosas, aludes de barro y piedra.
Otros aspectos a tener en cuenta son la gestión de residuos, de los desechos cloacales y el uso racional del agua, entre otros problemas que se van agudizando a medida que la actividad turística crece, sobre todo en las épocas de temporada alta.
El turismo es una actividad económica clave para la economía local. Analizar cómo se puede vincular su desarrollo con la sustentabilidad ambiental y el bienestar general de los habitantes permanentes es un desafío de cara al futuro.