viernes 22 de marzo de 2024
OSCAR ANDREATTA, BODEGUERO

Antes de la vendimia, la Bodega Michango cosechó valiosas medallas

Fue en los prestigiosos concursos “Internacional Vino Sub 30 – Argentina 2020” y “Bonarda Argentina”, donde obtuvo un Gran Oro, seis Oros y una Plata.

Por Redacción El Ancasti

Los reconocimientos y premios llegan como resultado de procesos de trabajo, no por casualidades de la vida. Como se dice, es causalidad y no casualidad. La casi centenaria Bodega Michango, cuya bodega inició en la localidad de Siján (Pomán) alrededor de 1927 y su planta elaboradora en Villa Parque Chacabuco, está de parabienes en el comienzo de este 2021. No es para menos. La participación en el Concurso Internacional Vino Sub30 le otorgó Gran Oro a su vino Andreatta Red Blend 2019 (95 puntos o más en la consideración del jurado), puntaje que lograron solo trece muestras de entre 200. “El Red Blend es un corte de Bonarda, Malbec, Cabernet y Syrah, que es la posibilidad del enólogo de hacer el vino que a él le gusta en la bodega”, explica el propietario de la Bodega Michango, ingeniero Oscar Andreatta, descendiente en quinta generación del pionero inmigrante italiano don Augusto Andreatta, quien llegó a Catamarca en 1896 procedente de Paderno del Grappa (cerca de Venecia) en busca de mejores posibilidades.
Asimismo, -siempre bajo la etiqueta con el apellido insignia de la familia- ganaron medallas de Oro los varietales Torrontés Rose 2018 (90), Torrontés 2017 (90), Dulce Natural Blanco 2019 (92), Mistela Blanca 2016 (93) y Malbec 2019 (94). Nobleza obliga, otra bodega catamarqueña, Don Vega, recibió tres Oros en el mismo concurso, que tiene ediciones anteriores en otros países como Brasil, Chile, Uruguay y España.
Mientras tanto, en el exigente certamen “Bonarda Argentina” adonde también compitieron las más importantes bodegas del país (Trapiche, Bianchi, López, Catena, Navarro Correas, El Esteco, Nieto Senetiner, Luigi Bosca, etcétera) que tienen reconocida fama y presencia en mercados de primer orden mundial, los “Andreatta” ganaron Oro por el Bonarda y Plata por el Red Blend.

RE - Además de la satisfacción de los premios, ¿qué dejó este concurso de Vinos para Jóvenes?
OA - Descubrimos otras cosas que va diciendo la gente que prueba los vinos. El jurado es gente de entre 18 y 30 años. Nosotros pensábamos que ellos toman vinos dulces, vinos blancos, más frescos y suaves. Pero nos dimos con que todos los Gran Oro fueron vinos tintos, de guarda, reserva con madera o gran reserva. Otro segmento, que pensábamos que ellos no tomaban. Y eligen esos vinos. De hecho, a mí me los puntuaron mejor y no solo a mí, sino que los grandes ganadores fueron vinos de ese tipo.

RE - En cambio, en Bonarda Argentina ya habían participado antes…
OA - Es un concurso al que vamos siempre. Hay que mandar varietales Bonarda o vinos que contengan Bonarda en el corte. Por eso también mandamos el blend. El 31 de diciembre es un día en el que se trabaja mucho con la venta, así que recién tipo 5 de la tarde el enólogo me felicitaba por los premios: oro con el Bonarda y plata con el Blend. Fueron concursos distintos, a la gente joven le gustó la mezcla de diferentes uvas, el trabajo del enólogo… se trata de saber interpretar eso. La gente joven está queriendo eso, que también se vio en la Feria del Vino que se hizo aquí en Catamarca: gente joven que no solo va a comprar una botella, sino que va a buscar información, a charlar, a que le cuenten por qué o cómo es tal o cual vino. O que va a buscar algo para después sentarse a comer con los amigos y amigas y a hablar del vino que toman.

RE - ¿Cómo los afectó en este tiempo la pandemia?
OA - No es que hayamos descubierto algo. Ya se venía haciendo antes de la pandemia. Sino que nos hemos visto obligados a llegar mucho más directo a nuestros clientes. Las bodegas grandes descubrieron que tenían que salir a vender ellos para sortear las complicaciones que había en la distribución. Empezaron a ver cómo es vender directamente: armaron su página, sus redes sociales y salieron a hacerlo, a pesar de ser muy grandes. Vieron que es mucho más negocio y que no es tan complejo. Enfocarnos en esa faceta del negocio, nos permitió crecer.

RE – Son muchas las facetas del vino que hay que atender…
OA – Sí, hace un tiempo, del gobierno me dieron un crédito del CFI para comprar tijeras de podar eléctricas y mochila para fumigar también eléctrica, con la que me ahorré de usar tractor. Ahora, de a pie, se poda una hectárea por día. Para mí, eso estuvo bueno porque significó tecnificar al bolsillo del productor chico. Ayuda a ser eficiente con el recurso. Tecnificándote, lográs que el operario pode lo mismo que podan tres operarios y que termine a tiempo, lo cual hace que la uva madure toda pareja, por ejemplo.

RE - ¿Y la tecnología en la bodega?
OA – Hicimos algunos desarrollos que fueron muy importantes. Inicialmente, en un proceso que se llama remontaje: en la molienda, el racimo va a una máquina que desprende los granos, saca el palito y le extrae el jugo sin romper del todo el grano. Va a un depósito donde fermenta y en el proceso la levadura transforma el azúcar en alcohol y despide CO2. Levanta la cáscara, la pulpa y el líquido queda debajo, sin color. Entonces, con una bomba se remonta ese líquido y con una manguera se lo tira arriba para que vuelva a pasar por la cáscara y la pulpa, y les extraiga sus bondades. Al principio lo tenés que hacer cada cuatro horas, luego cada seis, luego ocho. Automatizamos ese proceso con un remontador, una máquina que existe, pero la fabricamos nosotros. Nos hizo ahorrar en mano de obra y eliminar riesgos.
Se debe dar vuelta todo el líquido una vez. Si hay 5 mil litros y la bomba es de 10 mil, tiene que andar media hora la bomba para que pase todo. Si anda menos, te falta color, por ejemplo. Y si la dejás prendida tiempo de más, aparecen sabores herbáceos y amargos. Un operario solo, de noche con sueño, se puede dormir, descomponerse. Eliminamos eso y lo hicimos automático, manejo la bomba con una aplicación desde el teléfono.

RE - Se trata, en definitiva, de hacer más eficiente el proceso…
OA - Sí, el año pasado incorporamos los controles de temperatura en la pileta, que aparecen en la información en pantalla del teléfono y en un tablero. Eso es lo que se viene y es lo que me permitió ser eficiente con el personal.
Antes llegaba a la bodega “a mil”, controlaba todo, medía temperatura, prendía la bomba, remontaba… Hoy llego a sacar muestras, hacer los análisis para ver cómo va evolucionando y los empleados están limpiando, acomodando mangueras. La higiene y el orden son importantes en la elaboración. Se trabaja mucho más cómodo.
Ahora estamos armando un sistema (que vamos a probar durante la cosecha) que va a poder consultar simultáneamente el enólogo (desde La Rioja) para que pueda ver o modificar cómo estoy trabajando. A su vez el sistema carga esa información en planillas con toda la trazabilidad. Entonces yo voy a saber que la uva llegó tal día, a tal hora, de tal lote… cuántos remontajes tuvo, cómo le varió la temperatura.
Cuando empecé a desarrollar esta tecnología, la estaba haciendo una empresa de ingeniería con Nieto Senetiner en Mendoza. Solamente los remontajes. La idea nuestra es que el sistema quede armado durante toda la cosecha.
Eso ayuda a evitar que los contratiempos habituales que uno tiene en la vida diaria interfieran en el proceso. Si controlo la bomba desde el teléfono, pero me suena una llamada importante o estoy apurado porque me cierra el banco o tengo que hacer una declaración jurada, quizás remonto 13 minutos en vez de 15. O cosas así. Se gana en regularidad. La máquina sí es regular. No tiene sentimientos ni obligaciones.
Hoy estamos vinculando todo eso para que lo podamos ver y manejar en tiempo real desde donde estemos. Que se haga el proceso solo.

RE – ¿Dejan de ser “humanos” los vinos?
OA – No. Siguen siendo humanos. Se llama trazabilidad. Es saber qué pasó en cada lugar, en cada paso. Con algunas cuestiones –como los remontajes y controles de temperatura manuales- tenés picos: suben y bajan. De alguna manera, es innovación en el arte de hacer vino.

Así como su tatarabuelo usó sus conocimientos empíricos para poner los viñedos en Siján y los nogales en Mutquín hoy el ingeniero Andreatta le agrega a la casi centenaria experiencia de su familia bodeguera, un desarrollo tecnológico de punta que ayuda a perfeccionar los procesos para sacar productos de alta calidad. Calidad que aún puede superarse. Calidad que demuestra que con inteligencia y dedicación todo es posible. Calidad que se despliega -con las idas y vueltas que quiera ponerle- en nuestra Catamarca. Calidad que, como en este caso, nos deja sorprendidos y con el pecho henchido de orgullo.

Textos: Carlos Gallo
Fotos: Ariel Pacheco
 

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