viernes 22 de marzo de 2024
el mirador político

El sepelio del “albertismo”

Por Redacción El Ancasti

“Esta es la foto de la unidad”, dijo el presidente Alberto Fernández en Ensenada, provincia de Buenos Aires. Junto a él se retratan: la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner; el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa; el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y su vicegobernadora, Verónica Magario, exintendenta de La Matanza; el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, exintendente de Avellaneda.
El Presidente acababa de ser desautorizado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que había fallado a favor de la Ciudad de Buenos Aires y su jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, a quien habilitó para abrir las clases presenciales en su distrito en contra de un decreto nacional que las prohibía. Respondía a lo que consideraba un desafío político con la imagen de un poder concentrado en la provincia de Buenos Aires que es, al mismo tiempo, paradójicamente, la admisión de su impotencia. 
La imagen de Ensenada completa el retroceso que había quedado expuesto dos semanas antes, en el anuncio del retorno a la Etapa Roja por la estampida de la peste. En esa oportunidad, a diferencia de las anteriores, Fernández había prescindido de la ronda de consultas previas y la concurrencia de los gobernadores. Las restricciones incluían la suspensión de las clases presenciales en el área metropolitana, que fue resistida por Rodríguez Larreta.
El respaldo judicial a la reticencia del jefe de Gobierno porteño fue asimilado por el kirchnerismo al “lawfare”: una maniobra inscripta en la estrategia electoral de la oposición, tendiente a fortalecer al dirigente mejor posicionado del macrismo. Marcaron tal rumbo conceptual, incluso antes del fallo de la Corte, Kicillof y el ministro de Justicia, Martín Soria.
En Ensenada, Fernández adhirió decididamente a la teoría.
“Reivindico al Estado de Derecho y le digo a la Justicia ‘basta’, paremos. Ya han hecho mucho daño. Elijan al candidato a presidente que quieran, pero no usen las sentencias para favorecer a sus candidatos. Es muy triste ver la decrepitud del derecho firmada en una sentencia judicial”, dijo.

Adiós al federalismo
Es interesante la secuencia de acontecimientos anterior a la “foto de la unidad” de Ensenada. Amojonan un proceso de degradación de la autoridad presidencial que Fernández intenta disimular con la sumisión a la agenda de su vicepresidenta, Cristina Fernández, y la sobreactuación del vínculo con el poder bonaerense.
Que haya elegido como síntesis de la unidad del Frente de Todos el eje Buenos Aires en lugar del tradicional consejo de gobernadores ratifica su renuncia a edificar un poder propio y su resignación a circunscribir su gestión en una gerencia de los intereses kirchneristas. 
El repliegue se manifiesta en unos términos cartográficos fáciles de advertir en Catamarca: la liga del gobernadores del Norte Grande, que agrupa 10 provincias, es -¿era?- un intento de contrapesar la incidencia demográfica del Conurbano de Buenos Aires, feudo del ultrakirchnerismo. Se insinuó en algún momento como herramienta política adecuada para que Fernández balanceara el poder de Cristina y La Cámpora.
“La confederación es el embrión de un polo de poder tendiente a contrapesar el del kirchnerismo afirmado en el Conurbano. Feudos para empardar al gran feudo mientras la autoridad del Presidente es sistemáticamente desafiada por Cristina. “Albertismo”, en fin, sin Alberto”. (Albertismo sin Alberto, Mirador Político del 13 de diciembre de 2020).

La degradación
El armado del Norte Grande estaba en auge cuando en diciembre del año pasado, en un acto en el Estadio único de La Plata postulado como un relanzamiento del Frente de Todos, Cristina objetó los “funcionarios que no funcionan”.
“Todos aquellos que tengan miedo o que no se animen, hay otras ocupaciones además de ser ministro, ministra, legislador o legisladora. Vayan a buscar otro laburo, necesitamos gente que los sillones que ocupan sea para defender definitivamente los intereses del pueblo”, descerrajó.
Una prefiguración de Ensenada. En el palco platense estaban también, junto a ella y Fernández, Massa,  Kicillof, Magario y Máximo Kirchner.
La demolición de la autoridad de Alberto se aceleró desde entonces.
Antes del acto de Ensenada, La Cámpora vetó la renuncia del subsecretario de Energía, Federico Basualdo, quien se negó a ejecutar el aumento de tarifas requerido por el ministro de Economía, Martín Guzmán, su superior formal. El incremento diseñado por Guzmán para aliviar el presupuesto de los multimillonarios subsidios impactaría en el área metropolitana.
Antes, el kirchnerismo había volteado a Marcela Losardo, demasiado contemplativa con el enemigo judicial, como ministra de Justicia y Derechos Humanos para suplantarla por Martín Soria. Más atrás, María Eugenia Bielsa fue eyectada del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat para colocar allí a Ferraresi, ultracristinista.

Lógica electoral
Fernández queda anonadado como líder en un momento dramático para el país. La peste engarza con un parate de la producción que impide el ingreso de divisas y la generación de trabajo, una pobreza que linda el 45% y un desempleo irredimible. 
La necesidad de robustecer una autoridad capaz de llevar adelante políticas de Estado consistentes para revertir tan dramático cuadro se subordina a las urgencias del kirchnerismo. Lógica electoral estricta: el Conurbano bonaerense, nervio territorial kirchnerista, cerco en torno a la CABA macrista, concentra más del 30% del padrón del país. Para ese territorio gobierna Fernández.
Los mandatarios del resto del país asisten a las exequias del “albertismo”. El poder continúa el trayecto de la balcanización, el Presidente es incapaz de articular un proyecto colectivo nacional. 
En el país de los ciegos, el tuerto es rey. Triunfo inobjetable de Cristina: encarna, por imperio de la demografía electoral, el poder mayor en el país impotente. 
 

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