viernes 29 de marzo de 2024
EDITORIAL

Prédicas irracionales

Por Redacción El Ancasti

Los diferentes enfoques sobre la necesidad de establecer restricciones en la circulación de las personas en medio del incremento sostenido de casos de Covid-19 en la Argentina, son legítimas y responden a visiones diferentes sobre su conveniencia. Pero la legitimidad respecto del debate mencionado no es aplicable a posiciones fundamentalistas que están proponiendo por estas horas –lo hicieron también en otras ocasiones el año pasado- manifestaciones públicas en contra de toda medida restrictiva, pero también contra las vacunas, el uso de barbijo, y poniendo en duda incluso la gravedad de la pandemia que ya ha matado en el mundo a casi tres millones de personas.

En algunas convocatorias de esta naturaleza, se alude a una de las más famosas frases de Mahatma Ghandi: “cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer”, convocando a resistir las medidas que restringen, para atenuar la ola de contagios, la circulación de las personas. A lo largo de las últimas décadas las palabras del líder de la independencia de la India han sido utilizadas fuera de todo contexto. Como en este caso, en el que resulta imposible asociar la dominación colonial inglesa a una batería de medidas de prevención sanitaria de duración limitada.

Sobre el uso del barbijo la polémica que se encendió al comienzo de la pandemia ha quedado saldada: la evidencia científica respalda su uso, siempre y cuando sea de la calidad adecuada, porque minimiza la transmisión del virus.

Las discrepancias lógicas respecto de hasta dónde deben imponerse restricciones preventivas son cosa bien distinta que las prédicas irracionales.

Lo mismo sucede con respecto a las vacunas. Es cierto que el tiempo en que se concibieron, se ensayaron y se aprobaron para su uso fue muy corto en comparación con las de otras enfermedades, pero la gravedad del Covid-19 obligó a acortar los plazos, pese a lo cual la efectividad en general es buena y los efectos no deseados muy escasos en comparación con los beneficios.

Los grupos que se oponen, y militan esa oposición, argumentan falsamente, además de peligros exagerados que no se han registrado realmente, que las vacunas no son efectivas. Señalan que los casos en el mundo y en la mayoría de los países aumentan pese a que los procesos de inoculación llevan por los menos tres meses, pero omiten decir que el porcentaje de vacunación debe abarcar a una parte importante de la población para que se vean los resultados.

Tres países que se encuentran en el lote de los que más vacunaron ya pueden exhibir resultados muy auspiciosos. Estados Unidos, que tiene vacunada con una dosis al 37 por ciento de la población, redujo las muertes de un pico de 4.100 en un día, en febrero, a 764 el pasado miércoles. El Reino Unido vacunó al 49% y pasó de 1631 fallecidos por día a fines de enero a 33, también el pasado miércoles. Israel, que aplicó dosis a 6 de cada 10 personas que habitan su territorio, llegó a tener 101 muertos en una jornada de fines de enero y hace dos días apenas 7.

Las discrepancias lógicas respecto de hasta dónde deben imponerse restricciones preventivas son cosa bien distinta que las prédicas irracionales y sin basamento científico que, aunque acotado, siguen teniendo predicamento en ciertos sectores de la sociedad.

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