jueves 28 de marzo de 2024
editorial

Fractura expuesta

Por Redacción El Ancasti

Si al comienzo de la pandemia –solo el primer mes, o tal vez dos como mucho- la grieta política en la Argentina se suavizó por la necesidad de enfrentar de manera conjunta los desafíos de esa enfermedad todavía casi desconocida, con el correr del tiempo la fractura quedó expuesta nuevamente. Y por estos días, pese a la llegada de una segunda ola de contagios de COVID-19 que aconseja unidad de criterios o, al menos, esfuerzos para arribar a consensos respecto de cómo mitigar sus efectos nocivos, las divisiones son aún más evidentes. 

No se trata, por cierto, de diferencias que puedan caracterizarse como lógicas entre facciones políticas, que tienen distintos enfoques de la realidad y también distintas responsabilidades de gobierno, propias de la democracia. Son, en definitiva, enfrentamientos que en muchos casos exceden esas prácticas republicanas legítimas para asemejarse más a duelos inherentes a peleas de barrabravas.

Dirigentes de la oposición acusando al Presidente de la Nación de “dictador” por la implementación de algunas medidas restrictivas para intentar frenar los contagios, y el propio Alberto Fernández respondiendo con el epíteto de “imbéciles” encuadran perfectamente en esas disputas tribuneras.

El Gobierno nacional acusa a la oposición de hacer una utilización política del drama que significa vivir bajo la amenaza permanente de una enfermedad que en el último año mató, en todo el mundo, a casi tres millones de personas. Razón no le falta: la dirigencia opositora sin responsabilidades de gobierno (no así los gobernadores e intendentes de Juntos por el Cambio) vive en un estado de queja permanente, y no advierte que sus reclamos son, demasiadas veces, contradictorios entre sí. Puede pasar, sin escala, de denunciar que la vacuna rusa es un veneno, a quejarse de las pocas vacunas rusas que llegan; y de rechazar, llamando incluso a la desobediencia civil, las medidas de restricción de circulación, para luego culpar al oficialismo por el incremento de los casos.

Pero el oficialismo también acude a estrategias orientadas a obtener réditos políticos en este contexto de angustia permanente: presenta como gestas heroicas los viajes a buscar vacunas y califica a la campaña de vacunación con adjetivos grandilocuentes cuando en realidad se trata de medidas lógicas que forman parte de la responsabilidades de quienes gobiernan. 

La oposición se indigna con la vacunación VIP pero omite decir que durante la gestión de Cambiemos se dejaron vencer, por negligencia, millones de vacunas arrumbadas en los depósitos. Y el Gobierno minimiza el escándalo de las vacunas para amigos como si fuese una travesura y no una inmoralidad inaceptable con connotaciones penales que la Justicia debería, pero parece que no lo hace, investigar.

La gravedad de la pandemia, cuyo final aun está lejos, debería ser causa suficiente para evitar que las disputas mezquinas y el aprovechamiento político de las circunstancias que la rodean, buscado de un lado y del otro de la grieta, sigan reproduciéndose indefinidamente.
 

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