viernes 29 de marzo de 2024
EDITORIAL

Flexibilizar y endurecer

Por Redacción El Ancasti

Durante los primeros meses de la pandemia, mientras Argentina mantenía una cuarentena bastante estricta y los casos de coronavirus no llegaban a los 100 diarios y los fallecidos por esa causa eran unos pocos por jornada, seguramente el presidente Alberto Fernández no habrá imaginado que 9 o 10 meses el país superaría las 50.000 muertes.

Recién en junio los casos comenzaron a escalar considerablemente, superando los 1.000 diarios, del mismo modo que las personas fallecidas por el COVID-19, y lo siguió haciendo hasta el pico de contagios diarios –más de 18.000- que se registró el 21 de octubre del año pasado. En esas semanas, nuestro país llegó a estar entre los 10 países con más muertos por millón de habitantes. Cuatro meses después, la meseta sigue siendo alta pero bajaron considerablemente los casos, y, aunque hubo un rebrote entre fines de diciembre y mediados de enero, la situación epidemiológica en casi todo el país, salvo excepciones como Catamarca, provincia que fue una de las últimas en la que el virus empezó a circular de manera comunitaria, ha mejorado respecto de meses anteriores.

Hoy Argentina está lejos del top ten de países con mayor número de muertos por cantidad de habitantes: se encuentra en el puesto 27° luego de Estados Unidos, Brasil, Reino Unido, Francia, España, Italia, Colombia, México, Perú, Chequia, Portugal, Bélgica, Suecia, Hungría, Panamá, Croacia, Bulgaria, Eslovenia, Moldavia, Bosnia, Macedonia, Montenegro, Andorra, Gibraltar, San Marino y Liechtenstein. Es probable, sin embargo, que haya muchos más, porque, según los expertos, alrededor de la mitad de los países del mundo no llevan estadísticas serias ni sobre la cantidad de contagios ni mucho menos sobre la cantidad de muertes provocadas por el nuevo coronavirus. En Sudamérica, por ejemplo, no son confiables las cifras de Ecuador, cuyo sistema de salud colapsó en los primeros meses de la pandemia, ni de Venezuela, cuya información oficial suele ser muy poco transparente. Y sin embargo ambas naciones permanecen con relativamente pocos contagios y fallecimientos.

Resulta difícil establecer, a casi un año del inicio de la pandemia, cuál fue o cuál es la mejor estrategia para enfrentarla con eficacia. No sirven ni los confinamientos eternos –porque la gente termina no respetándolos y porque el daño a la economía es devastador- ni las estrategias de flexibilizar al máximo los controles procurando una rápida inmunidad de rebaño. Lo que mejor ha funcionado es adoptar estrategias de flexibilización y de endurecimiento de las medidas de prevención, alternativamente, según la situación epidemiológica de cada país o región o provincia en determinado momento. Y, por cierto, las medidas preventivas básicas y ya conocidas: el distanciamiento social y el uso del barbijo adecuado.

Se prevé, para los próximos meses, una aceleración del proceso de vacunación masiva, pero el fin de la pandemia está lejos. Hasta que eso suceda, la estrategia de flexibilizar y endurecer según los momentos deberá seguir siendo la más adecuada.

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