jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

Síndromes de la hiperconexión

El año pasado, antes de que llegara la pandemia del Covid-19 y con ella una explosión...

Por Redacción El Ancasti

El año pasado, antes de que llegara la pandemia del Covid-19 y con ella una explosión de la comunicación virtual a través de herramientas y dispositivos tecnológicos, la Organización Mundial de la Salud puso en la lista de las enfermedades el Síndrome de burn out o agotamiento crónico, padecimiento vinculado a la hiperconectividad, derivada en la mayoría de los casos, aunque no exclusivamente, del teletrabajo.
La transformación de personas en usuarios hiperconectados, condición que no es generalizada aunque sí cada vez más masiva, se terminó de concretar con la aparición de los smartphones.  El Síndrome de burn out afecta más a adultos que a niños, jóvenes y adolescentes. Causa, según el listado de síntomas elaborados por la OMS, dolor de cabeza y cansancio, pero también hay una afección psicológica que se traduce en pena, tristeza y una sensación de insuficiencia.
Si bien es muy frecuente la hiperconectividad por razones laborales, tema sobre el cual hay cada vez más antecedentes legislativos que impulsan el derecho a la desconexión, también hay un componente voluntario, deliberado. Casi una necesidad de estar conectados a través de las redes sociales, los servicios de mensajerías, los correos electrónicos…
Los más chicos –niños y adolescentes- que tienen acceso a internet y poseen dispositivos para conectarse, si bien sufren como todas las personas los efectos de un prolongado aislamiento social, han encontrado de todas maneras cierta comodidad en el encierro. Desarrollaron lo que los expertos llaman el “síndrome de la cabaña”, que describe esta sensación de bienestar en el confinamiento. Pasan largas horas, muchas de ellas a la noche o madrugada, también hiperconectados y en interrelación permanente con sus pares de manera remota, virtual.
En Catamarca el aislamiento social preventivo y obligatorio duró bastante menos, o ha sido mucho más flexible a partir de mayo, que en otras provincias o ciudades de la Argentina. Es decir, los chicos han logrado compatibilizar la comodidad de la conexión virtual sin las urgencias de, por ejemplo, la vida escolar cuando se desarrollaba de manera presencial, con la interacción física, tal vez no diaria, pero si con cierta frecuencia, que permite la flexibilización de las restricciones. 
De todos modos, la hiperconexión, tanto para los adultos en el marco de su relación laboral como en los niños y adolescentes en sus actividades recreativas o de interacción social a la distancia, ya venía siendo señalada como inconveniente antes de la pandemia por secuelas de tipo físicas y psicológicas. La nueva realidad ha profundizado la amenaza.
Se requerirán, entonces, nuevos estudios e investigaciones que den cuenta de cómo será el retorno a la “normalidad”, a una “nueva normalidad”, en la que la hiperconexión ya no sea, como en estos meses de excepción, una obligación casi ineludible, sino una alternativa que debe administrarse con prudencia y dosificación. 

Seguí leyendo

Te Puede Interesar