jueves 28 de marzo de 2024
CARA Y CRUZ

Cambio de interlocutores

Por Redacción El Ancasti

Con el desarrollo de las controversias por las reformas laboral y del Estatuto Docente, el Gobierno advirtió la necesidad de por lo menos ampliar sus interlocutores en el variopinto universo del sindicalismo vernáculo, circunscripto hasta entonces a los jerarcas de la Confederación General del Trabajo.
La nutrida movilización de la Intersindical estatal primero, capitaneada por el afamado dúo “Los Arévalo”, Walter del SOEM y Ricardo de ATE, en primera y segunda voz alternadas según el caso, marcó la insuficiencia de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) para contener la marejada de estatales.
El gremio, comandado por Claudia Espeche, avanzó con un proyecto propio de reforma laboral,como aporte a la iniciativa todavía difusa del Poder Ejecutivo, pero la prédica amedrentadora de la Intersindical en los diferentes enclaves de la administración pública había calado demasiado hondo ya.
La marcha de los Arévalo fue la primera señal de alerta para Casa de Gobierno. Como se consignó en la oportunidad en este mismo espacio, su objetivo era menos rebatir una reforma laboral incierta en sus alcances que marcar presencia y número para arrebatarle a la CGT el casillero de contertulio preferencial.
Esta meta fue expuesta por los propios oradores. Walter Arévalo le tiró a la “CGT indocumentada”. En sintonía ajustada con su tocayo, enfervorizado, dictaminó que la representación de los trabajadores estatales estaba ese día en la plaza.
Leonardo Burgos, el principal cabecilla cegetista, negó representatividad a sus objetores, pero la concurrencia a la marcha había dejado en evidencia la falacia.
UPCN, con la que el Gobierno cierra las paritarias desde los tiempos de Corpacci, quedó muy sola, aislada, en la trama orquestada por la conducción cegetista, que ya desde antes de que Raúl Jalil asumiera como gobernador venía reclamando cargos, con el argumento de que habían sido los primeros en proponerlo como candidato.


La Intersindical docente remachó el clavo con la marcha contra la reforma del Estatuto. Solo ADUCA quedó sentada a la mesa tendida por el ministro de Educación Francisco Gordillo. El resto se alzó en pie de guerra y motorizó los banderazos y una movilización que terminó de desnudar la falta de legitimidad de la CGT y la soledad de UPCN.
El Gobierno, prudente, rectificó el rumbo. Anunció la creación de la Secretaría de la Reforma del Estado en la órbita del Ministerio de Gobierno para revisar el régimen laboral de la administración pública. Este organismo, que aún no se materializó, iba a encargarse también de encarrilar el debate por el Estatuto Docente, pero los gremios del sector consiguieron excluirlo y devolverlo a la cartera de Educación para tratarlo en paritarias.
En todo este proceso, la única intervención de la CGT, a través de Burgos, fue para replicarle a los Arévalo. O sea: para proteger su lugar de interlocutor preferencial del Gobierno y las gangas que tal sitial supone, como ser puestos rentados en la grilla del funcionariato. La organización se abstuvo de cualquier expresión tendiente a apuntalar el discurso oficial en el sentido de que las modificaciones a los regímenes laboral y docente no supondrán menguas a derechos adquiridos ni retrocesos en términos de ingresos, de modo que en nada colaboró para neutralizar el terrorismo de las intersindicales. Tuvieron que salir al cruce de las versiones personalmente el gobernador Jalil y su ministro de Gobierno, Jorge Moreno.
A esa altura la pregunta se caía por su propio peso: ¿Cuál es el grado de compromiso con el proyecto del Gobierno de los burócratas de la CGT? Representatividad no tienen, por lo que las calles mostraron, y su pasividad fue demasiado ostensible.
La respuesta del Gobierno al interrogante se conoció el miércoles: Jalil, Moreno y Gordillo acordaron con la Intersindical docente.
Resignados, dicen, a que la CGT continúe en un rol simbólico, según algunos, parasitario para la mayoría.

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