jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

Una verdad insoslayable

Por Redacción El Ancasti

En febrero del año 2012, una mujer de 59 años permaneció en coma durante cinco días en una camilla, atada, en la sala de primeros auxilios del Policlínico Umberto I de la ciudad de Roma. ¿La razón?: no había camas disponibles para atenderla. Como fue un hecho que tuvo trascendencia pública, los ciudadanos italianos tuvieron la primera evidencia, conocida masivamente, de cómo el ajuste en la salud pública iniciado en los años noventa pero profundizado durante la gestión de Silvio Berlusconi, había deteriorado el sistema del que se habían sentido orgullosos durante el Estado de Bienestar, que tuvo su auge en las décadas anteriores, antes de que se instalara con fuerza el discurso que justifica la austeridad presupuestaria, incluso en áreas básicas del Estado. Desde aquel incidente hasta la actualidad, en Italia se despidieron casi 50.000 agentes del sistema de salud, entre médicos y auxiliares.

En Gran Bretaña, David Cameron basó su campaña como primer ministro en la promesa de austeridad en las cuentas públicas. Es lo que hizo durante su gestión entre 2010-2016. La austeridad prometida y ejecutada devastó el sistema de salud pública. Cuando comenzó la pandemia del Covid-19, el Reino Unido, que históricamente se caracterizó por la fortaleza de su sistema de salud pública, ocupaba el puesto número 24 en la proporción de camas cada 100.000 habitantes: apenas 6,6. Alemania, por ejemplo, tenía 29.

En España, en 2012, el presidente Mariano Rajoy anunció, coherente con su prédica pro mercados, un súper ajuste de las cuentas públicas en dos áreas muy sensibles, que siempre fueron orgullo de ese país: la salud y la educación. En el primero de los sectores, por los recortes presupuestarios, la salud pública perdió entre 10.000 y 15.000 millones de euros.
No es casualidad, entonces, que Italia, el Reino Unido y España hayan sido los tres países más afectados por la pandemia del coronavirus: Italia tiene 35.000 muertos, el Reino Unido 43.000 y España 29.000. Alemania y Rusia, que tienen sistemas públicos de salud muy fuertes, al que no sometieron en los últimos años a políticas de ajuste, tienen muchos casos pero un número mucho menor de fallecidos: 9.000 y 8.000, respectivamente.

En América latina, el caso de Chile se adapta perfectamente a esta reflexión: se recordará que entre las principales causas de las grandes movilizaciones que sacudieron a ese país a fines del año pasado se encontraba la crítica al sistema de salud chileno, inaccesible para la mayoría de los ciudadanos de ese país. Hoy Chile, con apenas 18 millones de habitantes, tiene 242.000 casos (ya superó a italia) y 4.500 muertes.

La pandemia ha dejado al desnudo una verdad a esta altura insoslayable: la relación estrecha que existe entre la fortaleza del sistema de salud de un país y la capacidad de respuesta a situaciones de emergencia como la que hoy se vive. Es de esperar que la lección se recuerde la próxima vez que se intente recortar el presupuesto de salud en la Argentina, un país que hasta hace poco más de seis meses no tenía ni siquiera un ministerio del área.

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