Quizás por los efectos económicos de la cuarentena, pasaron desapercibidas las proyecciones institucionales de dos declaraciones del gobernador Raúl Jalil. Primero, garantizó el pago íntegro del aguinaldo para los estatales y “los municipales”; pocos días después, aseguró que procurará que ningún agente municipal de la provincia gane menos que el salario mínimo, vital y móvil.
Lo novedoso no es que el Tesoro provincial asista a las comunas para cubrir gastos corrientes, práctica habitual, sino la alteración de la secuencia histórica. Jalil anunció que suministrará el auxilio antes de que los intendentes comenzaran a desplegar su papel de Magdalenas desconsoladas por estrecheces económicas y financieras, espectáculo cuyos decibeles hubieran adquirido ribetes trágicos en el contexto apestado.
La inversión de los acontecimientos se inscribe en una reforma de fondo en el régimen de administración de los recursos destinados a los municipios por coparticipación y regalías mineras. Se entiende ahora por qué los intendentes no patalearon. Jalil les resuelve un enorme problema al hacerse cargo del frente salarial en sus comunas, cuestión que debía tenerlos muy angustiados con el estrepitoso derrumbe de sus ingresos.
Que el único que corcoveó haya sido el andalgalense Eduardo Córdoba es indicativo. Andalgalá fue el municipio que más ligó, y por muy lejos, con el antiguo sistema de distribución de regalías. El belicho Daniel “Telchi” Ríos, también radical, es en cambio el gran defensor del “esquema Jalil” porque la porción que le tocaba al departamento Belén debía repartirse entre nueve comunas, no en dos.
Esta mansedumbre de los jefes comunales revela lo hipócrita de las sistemáticas apelaciones a la autonomía municipal. Por supuesto, nadie se va a quejar porque le enteren para pagar sueldos, pero las manifestaciones de Jalil ponen negro sobre blanco la realidad: tales autonomías, esgrimidas cada vez que se pretendió establecer algún tipo de control sobre los desmadres administrativos, derivaron en salarios municipales muy deprimidos en el interior y la destrucción de los sistemas productivos.
Salvado el pago de sueldo, los intendentes plantean ahora que se aclare cómo será el reparto de los fondos asignados a cada departamento, posición que expone su incomprensión –deliberada acaso- del diseño que se propone Jalil.