jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

Muchos pierden y pocos ganan

Por Redacción El Ancasti

Aún en los momentos de crisis aguda siempre hay ganadores. Hay una errónea percepción de que las caídas arrastran a todos, pero eso no sucede en la economía ni siquiera con el actual grado de globalización. Si en la crisis financiera de 2008 hubo sectores que no solamente salieron indemnes, sino que además se fortalecieron, fenómeno similar se verifica en la actualidad, con el impacto de la pandemia.

Incide en este fenómeno, por cierto, la capacidad de adaptación de algunos actores y de supervivencia ante situaciones adversas, pero en realidad la propia lógica del funcionamiento del sistema económico global predominante posibilita, y hasta promueve, estos efectos de desigualdad estructural, en los que muchos pierden y otros pocos, los de mayor potencia y con presencia hegemónica en los mercados, sobre todo los financieros, ganan. Hay un diseño sistémico para que eso suceda, y la consecuencia inevitable, si no hay regulaciones que pongan algo de razonabilidad y equidad, es la concentración económica.

Un estudio publicado días pasados en la prestigiosa revista “Business and Politics” de la Universidad de Cambridge concluye que existe un nivel de concentración económica sin precedentes en la historia, proceso que es constante pero que se profundizó a partir de 2008. Señalan, a modo de ejemplo, que los tres fondos de inversión más poderosos del mundo -BlackRock, Vanguard y State Street- son dueños del 40 por ciento de las empresas que cotizan en la bolsa de Estados Unidos y de un 90 por ciento de las empresas del S&P 500, el índice bursátil más importante de Europa.

El trabajo, que lleva la firma de los investigadores Jan Fichtner, Eelke M. Heemskerk y Javier Garcia-Bernardo, ha reabierto el debate sobre cómo el propio capitalismo genera condiciones que terminan amenazándolo, pues no hay cabal conocimiento de cuánto aguanta un sistema económico, y por ende las estructuras políticas que lo sostienen, si la desigualdad, producto de los efectos anticompetitivos que genera, tiende a crecer sin frenos. 

El ex ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis graficó de una manera muy gráfica esta tendencia: “Los ricos se enriquecen casi mientras duermen, por razones que nada tienen que ver con el esfuerzo, el espíritu empresarial o la voluntad de no derrochar”. Varoufakis sostiene que la lógica con la que opera la economía globalizada ataca hasta la meritocracia que suele invocarse. Menciona que en la época de oro del capitalismo, hace 60 o 70 años, el trabajo duro y la innovación eran valores que podían hacer que los individuos escalen en la pirámide social e incluso se vuelvan ricos.  “Eso fue posible –explica- solo porque la sociedad impuso restricciones sobre lo que los ultrarricos podían hacer con su dinero. Dado que se eliminaron esas limitaciones, con el colapso del sistema de Bretton Woods y la financiarización de nuestras economías, trabajar muchas horas y tener un gran talento puede no llevar a ninguna parte”.

De modo que uno de los grandes debates que se perfilan para la etapa post pandemia es cómo generar los mecanismos para evitar que siga creciendo la tendencia hacia la concentración económica, generando las condiciones para un posible colapso de impredecibles consecuencias, tanto en lo económico como en lo social como en lo político.

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