Cada vez que escuchamos por los medios de comunicación los índices de pobreza que afectan a nuestro país, donde un elevado número de niños se van a dormir con el estómago vacío, a los que ya somos abuelos y hemos criado a 7 hijos o más, nos invade una desesperante impotencia al comprobar que nuestro problema más grave no es económico. Es cultural y no lo va a solucionar ningún gobierno si no se cambian los hábitos de las nuevas generaciones.
El consumismo y la tecnología se han devorado toda clase de diferencias económicas y sociales donde no todos estamos al alcance de tanta innovación tecnológica y tan apabullante consumismo que nos atrapa comercialmente inventando días de festejos con inusitada frecuencia.
Un claro ejemplo fue en este pasado día del niño que nos tocó comprobar en la puerta de un local de venta de celulares, donde una pareja de jóvenes padres luchaban en la vereda por apaciguar a sus dos niños, que no tendrían más de 5 y 7 años que se tiraban al suelo llorando desconsoladamente porque no le compraron los celulares a cada uno.
El rol de las madres es irremplazable en la formación y conducción de los hijos que serán los ciudadanos de nuestro país, por lo tanto el Estado debe poner atención en la mujer, futura madre, educándola para la vida.
Esa vida que Dios y la humanidad confían en sus manos para que la alimente, eduque y encamine a formar una comunidad donde rija el respeto por el vecino, la solidaridad y el amor al trabajo. Para todo eso sobre todo se necesitan madres bien preparadas para darles mucho amor a sus hijos y conducirlos con autoridad y firmeza, no dejándose gobernar por los caprichos de sus niños, que desde muy pequeños eligen la ropa y los alimentos.
En la economía del país tiene mucha implicancia la economía del hogar, donde una madre sepa manejar el presupuesto familiar, educar y alimentar saludablemente a sus niños para que crezcan sanos y fuertes suplantando toda la comida “chatarra” por alimentos hechos en casa con enormes diferencias de costos y eliminando la posibilidad de obesidad infantil, que es un flagelo que ya tiene graves consecuencias en nuestra sociedad.
El más claro ejemplo es algo que los medios pregonan alarmados que cada día se consume menos leche por el elevado costo, sin tener en cuenta que el cambio de hábitos es el causante. Las madres que reciben periódicamente cajas de leche de un kilo en ayuda para sus niños van a las ferias y las venden por mitad de su precio real. La cruda realidad es que nuestras madres ya no saben hacer para sus niños un arroz con leche, avena con leche, polenta o ambrosías (leche con harina y un huevo) riquísimos postres que hacíamos antes para que nuestros niños no duerman con hambre, porque antes jamás conocíamos ninguna ayuda de planes ni asignaciones como abundan ahora. Solo cumplíamos con la humana y sagrada ley: "Ganarás el pan con el sudor de tu
frente”.
No había más recurso que trabajar y cuando viajábamos con un bebé llevábamos un termo con agua caliente y un frasquito con leche en polvo para preparar la mamadera. Hoy es normal que llenen la mamadera con la gaseosa oscura, que oscuras consecuencias producen en la salud de los niños y mayores.
Cuando los periodistas televisivos les preguntan a las madres que cobran planes en favor de sus hijos por qué los mandan a los comedores públicos, contestan: "Porque no me alcanza la plata", pero ostentan celulares carísimos y en vez de un litro de leche o frutas compran tres botellas de gaseosas por día, la sed ya no es sinónimo de agua. Y cuando cobran la asignación algunas van al casino dejando a los niños solos, generalmente en situación de riesgo.
Lo más lógico sería que asignen asistentes sociales que controlen a las madres que reciben la asignación, si realmente se benefician los niños como corresponde, ya que es dinero público que les cuesta a los que trabajan.
El consumismo desmedido nos atrapa para empobrecer a nuestros pueblos, ya que las madres no cosen ni tejen y si es posible tampoco cocinan, todo se compra hecho, quintuplicando su valor. No nos enseñan, ni autoimponemos un poco de austeridad, sobre todo los políticos, jueces, sindicalistas y obispos en este escarnecido y esquilmado país.
Con gran dolor e impotencia como argentina saludo a usted, señor director, muy agradecida.