miércoles 9 de octubre de 2024
Opinión

Cambio climático: la cuenta regresiva (Parte I)

Reconociendo que el cambio climático es el problema central que comparte toda la humanidad y que aún hay tiempo de hacer algo para evitar una catástrofe, las Naciones Unidas ha llamado a una reunión cumbre a través del secretario General, Antonio Guterrez, para el próximo 23 de septiembre en Nueva York.
En ella se pretende que los países muestren sus ambiciones y qué están haciendo para sostener la transición hacia una nueva economía que se base en las nuevas condiciones impuestas por el cambio climático, a la luz de los Acuerdos de París de 2015, que todos firmaron. Con ello se espera generar un “momentum” para que todos, gobiernos, países, ciudades, empresas y sociedad en general se acomoden positivamente ante la nueva situación y se puedan lograr los objetivos de ese acuerdo.
La reunión se hace ante la desesperación porque la generación de gases de invernadero sigue aumentando; porque los últimos 4 años han sido los más calientes de la historia; porque la temperatura en el Ártico y la Antártida sigue aumentando; porque los mares siguen subiendo y que ya se empezaron a notar impactos en la salud, la agricultura y otras áreas que pueden comprometer la cadena alimenticia de la humanidad.
La ONU quiere que ese día los líderes mundiales lleguen con planes concretos y realistas que aseguren en sus propios países el logro de sus comprometidas contribuciones para 2030, las cuales deben asegurar una reducción de la generación de gases de invernadero en un 45% para ese año y llevar a cero la emisión para el 2050. Con ello se quiere lograr que el aumento de temperatura de aquí a 2100 no supere los 1,5°C con relación a la era preindustrial (hasta ahora ya llevamos 0,7°C).
Por eso, dado que la planificación de los países se da en términos de 10 años, más o menos, es que si en 2030 la emisión de gases de invernadero debe reducirse en un 45%, es necesario que para 2020 cada país tenga delineado los planes de cómo lograrlo. Eso es lo que quiere Guterrez.
En efecto, según el científico Hans Joachim Schellnhuber, fundador y director emérito del Postdam Climate Institute, los pasos políticos para hacer efectivo el corte de la emisión de carbono a la atmósfera tienen que estar implementados, como máximo, para fines del año que viene, 2020, no 2030.
Según este científico, “el modelo matemático es brutalmente claro: mientras el planeta puede ser salvado en los siguientes pocos años, él puede, sin embargo, ser fatalmente herido por la negligencia hasta 2020”. Por lo tanto, no hay 12 años de plazo para salvar el planeta, sino 18 meses para empezar a cumplirlo.
La urgencia de este nuevo ultimátum dado por la ciencia a este tema, ha generado una nueva expectativa en una Europa desesperada por la lentitud en la implementación de los Acuerdos de París de 2015.
Hoy, 2019, la realidad es que, como van las cosas, se cree que el aumento será de 3°C para 2100, no 1,5°C.
Esta decisión de ONU posiblemente haya recibido su impulso final después de la ola de calor en toda Europa que, obviamente ha exacerbado los ánimos dada la correlación entre el cambio climático y ese fenómeno puntual. Aclaremos aquí que, si bien no se puede ligar un evento puntual como una ola de calor o una ola de frío al cambio climático, sí está demostrado que el cambio climático favorece con su dinámica la ocurrencia de eventos puntuales.
Los datos científicos demuestran que las olas de calor son ahora más frecuentes que en el pasado. Como lo demuestra el Postdam Institute de Alemania, desde el año 1500 a la fecha los 5 veranos más calientes de la historia se produjeron en este siglo 21.
Como era de esperar, la ola de calor actual en Europa ha puesto en la mesa el tema del cambio climático, alarmando a la sociedad y los gobiernos. Ciudades como Londres han experimentado 39°C, superando el record de 38°C de 2003. Los trenes ingleses suspendieron sus servicios ante la posibilidad de que las vías se combaran por la dilatación y causaran accidentes ferroviarios.
Al resto de Europa no le fue mejor. Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo vieron records de temperaturas de 40°C y aún de 42°C. Como es costumbre, españoles y portugueses experimentaron los consabidos incendios forestales. No en vano, en Francia se han tomado medidas extremas para evitar la repetición del desastre de la ola de calor de agosto de 2003, que causó 15.000 fallecimientos.
El ejemplo extremo de las altas temperaturas se puede apreciar en estos días en Holanda, donde se tuvo que regar un puente metálico gigantesco en el puerto de Roterdam para evitar su colapso por sobrecalentamiento, mientras que trenes internacionales como el Eurostar y otros ramales dejaron de funcionar, atrapando a sus pasajeros, en algunos casos en túneles. Esto sin contar que ríos como el Rin o el Danubio tuvieron que interrumpir el tráfico marítimo.
La reunión cumbre de septiembre será seguida por otra en Chile, el COP25 (diciembre 2-13, 2019), con la intención de seguir impulsando el proceso de reducir la emisión de carbón a la atmósfera y el COP 26, posiblemente en Londres a finales de 2020, un evento que pondrá a prueba la voluntad de la Inglaterra del post-brexit para contribuir en la lucha para enfrentar el cambio climático.

 

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