jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

Turbulencias

Por Redacción El Ancasti

Los procesos políticos siempre son, por su propia naturaleza, dinámicos, pero en la Argentina mucho más que en el promedio del resto de los países. Un parte de la explicación de las continuas mutaciones que, como una vorágine indetenible, transforman permanentemente la realidad política nacional, se vincula con el subdesarrollo. Se sabe, los países con mayor grado de desarrollo, no tanto económico, sino más bien social, gozan de una estabilidad política de la que carecen nuestros países.

Pero la Argentina tiene características intrínsecas que la perfilan como una nación aún más inestable que las del resto de la región. Analizar las causas estructurales de esta versatilidad es un arduo trabajo reservado a politólogos, sociólogos e historiadores. Otra tarea, no menos compleja pero más ligada a la aplicación práctica que a la teoría, es empezar a pensar desde la construcción política cómo es posible lograr establecer las bases de un país más previsible, con continuidad en determinadas líneas estratégicas de desarrollo. Lo cual no significa eternizar un modelo, convertirlo en algo inmutable, sino procurar que los cambios de rumbo que se ensayen no desequilibren las variables económicas, pongan en jaque el propio sistema político y hasta hagan crujir la institucionalidad.

La democracia implica la posibilidad de la continuidad o del cambio. El electorado puede elegir seguir con el modelo político, económico y social del partido que gobierna o cambiarlo por otro. Eso no puede estar en discusión. La inestabilidad no proviene de la diferencia entre proyectos políticos, sino en las turbulencias con las que se consuman algunas transiciones en situaciones extremas, como las que estamos viviendo en estos días.

La Argentina que viene no será igual, como la que empezó en 2015 era también diferente a la de los años anteriores. Esto al margen de que el oficialismo nacional pueda, eventualmente, dar la sorpresa y revertir la dura derrota electoral que la oposición le infringió el pasado domingo en las primarias. La primera lección que debe aprender la dirigencia política es que el pueblo elige según sus convicciones y que es capaz de dar un voto de confianza pero nunca un cheque en blanco. Que, además, puede votar por el cambio en 2015 y votar por cambiar otra vez cuatro años más tarde si es que considera que la aplicación de políticas de ajuste tiene límites que no pueden superarse.

Así como los argentinos lograron acordar que la democracia es innegociable, el desafío actual es, casi cuatro décadas después de la última dictadura, encontrar, entre los modelos económicos y de organización de la sociedad, los puntos en común que no pueden negociarse. Por ejemplo, la protección de los sectores de mayor vulnerabilidad, o la imposibilidad de avanzar sobre derechos individuales y sociales que están consagrados normativamente, o la imperiosa necesidad de resolver las controversias tendiendo puentes permanentes e institucionales de diálogo político.

Estos consensos básicos serán la garantía de una estabilidad no lograda hasta ahora, y el resguardo imprescindible para evitar las turbulencias que nos degradan como sociedad y como país.

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