Aunque la política siempre da sorpresas, sobre todo en épocas de componendas y pactos secretos y a veces sórdidos como los que jalonan los cierres de alianzas y listas de candidatos, todo indica que la opción del medio de la grieta se ha convertido en un sendero cada vez más estrecho, muy lejos de la ancha avenida del medio con la que soñaron muchos de los que hoy se acomodan en las boletas de candidatos de las opciones que sustentan la escisión en dos fuerzas enfrentadas y mayoritarias.
El deterioro de las chances electorales de una tercera alternativa política, que de todos modos es una hipótesis que falta confirmar, convierte a la fuerza que se presenta en ese espacio –la fórmula de Lavagna y Urtubey por Consenso Federal- en opciones más bien testimoniales, que expresarán un caudal de votos mucho menor al que aspiraba Alternativa Federal hace apenas un mes, pero al que podrán exhibir, en cambio, como genuinos, desinteresados y productos de la coherencia política.
La aparición de dos fuerzas políticas hegemónicas –el oficialismo nacional, por un lado, y el panperonismo que expresa la fórmula Fernández-Fernández, por el otro-, mueve a pensar, en una primera reflexión tal vez apresurada y condicionada por la orfandad de los aspirantes a tercera fuerza, que la grieta se ensanchará, que la tirantez se agudizará y la intolerancia política se mantendrá en el centro de la escena, convirtiendo otra vez a los adversarios en enemigos.
Pero un análisis más mesurado debería advertir que la aparición de nuevos actores en esos armados políticos tiende, en realidad, como un objetivo buscado deliberadamente, a moderar la grieta. La candidatura de Alberto Fernández, decidida por la candidata a vice, y la de Miguel Ángel Pichetto por el oficialismo nacional, han sido objeto de los más variados comentarios, pero lo que procuran es ofrecer al electorado que no está alineado fervorosamente con las alternativas mayoritarias, un mensaje de pretendida amplitud. No hay que olvidar que tanto Fernández como el senador otrora peronista y ahora cambiemita militaron hasta hace muy poco en la “tercera vía”.
El corrimiento hacia el centro del kirchnerismo al unificar a la gran mayoría del peronismo, y también de Cambiemos por la intención de sumar aliados peronistas, estrecha el margen de acción de Consenso Federal.
Pero lo dañino de la grieta no son las diferencias de modelos, de lectura de la realidad y de interpretaciones de la historia, discrepancias que son no solamente válidas y legítimas, sino también necesarias para la vida democrática. Lo que daña la política es el sectarismo, el fundamentalismo, la estigmatización del adversario, la ausencia de diálogo y de respeto por las diferencias.
No es sencillo pronosticar si la moderación de la grieta que proponen las fuerzas mayoritarias tendrá eficacia en la política argentina de los próximos años. La historia reciente no invita al optimismo. Pero los fracasos deberían servir de experiencia para no repetir los mismos errores.