jueves 28 de marzo de 2024

Las temperaturas a futuro: efectos en la agricultura (Parte II)

Para ilustrarnos y comprender qué pasa con los cultivos ante el aumento de temperatura como parte del cambio climático, recurrimos aquí a los medios, en este caso el artículo Plant developmental responses to climate change (Respuestas de las Plantas al Cambio Climático) que se puede consultar en detalle en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0012160616302640. 
Conceptualizar el calentamiento global requiere comprender que el fenómeno no es ni será parejo e igual en todas partes. Si bien el extra calentamiento de la atmósfera por el efecto invernadero puede ser uniforme en el planeta, la del suelo depende del tipo de terreno o sea su textura, orientación, altura, tipo de suelo, de si es compactado o no, de los minerales que contiene, de si hay viento, etc. 
El rendimiento de las plantas o cultivo dependerá, por lo tanto, de cómo afecte la combinación de esos dos factores, que son regionales, no universales. Esto obliga a pensar que solo un estudio local podrá determinar cómo se verá afectada una zona a futuro. 
Por lo pronto, en los lugares donde hay una correlación negativa entre productividad y temperatura, se ha estimado que la caída en la producción en soja y maíz será del 17% por cada grado centígrado de aumento de la temperatura. Como es de imaginar, en el caso de nuestro país, esto compromete los ingresos del campo por las exportaciones, base principal de nuestra economía. 

-    Alteración del desarrollo de raíces. Según nuestro estudio de referencia, el desarrollo de la raíz de una planta puede ser afectado directamente por el aumento de la temperatura del suelo o indirectamente a través de cambios en su fisiología, desarrollo y adquisición de recursos desde el suelo, en su respuesta al aumento de la temperatura del aire, o de la combinación de aire y suelo. 
El aumento de la temperatura del suelo afecta la capacidad de respiración de una planta, especialmente en el periodo reproductivo, al poner más recursos en el desarrollo de sus raíces, para compensar el problema. Esa compensación la realiza extendiendo las raíces superficialmente o lateralmente, no tanto en profundidad, lo cual baja su productividad. 
Ahora bien, el efecto dañino de la alta temperatura alta puede exacerbarse por el déficit o el exceso de agua de riego. Esto obliga a investigar esa relación sobre el terreno, dada la inmensa variabilidad en los tipos de terreno.

- Alteración de la fotosíntesis. La fotosíntesis es el proceso químico a través del cual una planta genera su propio alimento y energía para desarrollarse y producir su fruto. Cada especie tiene su temperatura óptima en la cual ese proceso se desarrolla. Las legumbres, el arroz, la cebada, la soja, etc., la tiene a unos 25°C; la caña de azúcar y el maíz a unos 35°C. Va de suyo que el aumento de la temperatura ambiente y del suelo alterará la distribución regional de esos cultivos, llevando al sur cultivos de nuestra zona y haciendo retroceder aquellos que imprudentemente desafiaron nuestras altas temperaturas. Que los productores de soja del este provincial tomen nota. 

-    Alteración del desarrollo de las hojas. El desarrollo de las hojas también es fuertemente regulado por la temperatura. El paso al cual se adicionan nuevas hojas en una planta aumenta con el aumento de la temperatura, hasta el punto ideal que cada especie tiene. En el trigo es 26°C y en el algodón 37°C. Pasado ese punto, la expansión de hojas se detiene. 

-    Alteración del desarrollo reproductivo. Las elevadas temperaturas pueden impactar en el desarrollo reproductivo alterando el tiempo en que se produce ese evento o causando daño a las estructuras reproductivas. Esos eventos tienden a adelantarse en el tiempo cuando las plantas crecen a elevadas temperaturas, como por ejemplo el florecimiento. Esto no es gratuito, sin embargo, porque ello reduce la habilidad de la planta para producir y acumular recursos que le permitan reproducirse. 

En lo que puede ser interesante a tener en cuenta en regiones como la de Los Ángeles, en el Ambato, las temperaturas en aumento también pueden alterar el momento y éxito del desarrollo reproductivo de algunas especies, alterando las condiciones de frío del invierno. Se citan como ejemplo las frutas y nueces, que tienen umbrales de frío que deben respetarse para sincronizar el florecimiento y la generación del fruto. 
Pero el problema no termina en el aumento moderado de temperatura, sino en las exposiciones transitorias a olas de calor. Una investigación reveló que la constante exposición a elevadas temperaturas de 3,5°C por encima de la ambiental generó una tendencia a reducir el rendimiento de la semilla de soja, por ejemplo. 
Otra encontró que el efecto de las olas de calor en el rendimiento de la semilla dependía del estado de desarrollo en que la planta de soja se encontraba en ese momento. Si la ola golpeaba tempranamente al brote, la semilla reducía su rendimiento entre 10 y 17%, no así si el golpe de calor ocurría más tarde. 
En definitiva, los datos de la publicación citada revelan la importancia de considerar el efecto del incremento de las ocurrencias de eventos extremos como las olas de calor, como parte del cambio climático, dada la disparidad de efectos que pueden tener en diferentes estados de desarrollo de las plantas. 

Conclusión
Las conclusiones de este estudio son terminantes: “El cambio climático va a alterar el desarrollo de las plantas en formas que van a tener un impacto significante en plantaciones de cultivo y plantas en general que son parte de cualquier ecosistema. Las condiciones futuras de crecimiento implicarán mayores temperaturas, mayor frecuencia de eventos extremos como olas de calor y sequías, más cambios en la composición de la atmósfera. El desarrollo de una mayor plasticidad en la planta como respuesta al cambio climático será crítico para mantener la función del ecosistema y la productividad de la agricultura en el futuro”. 
También se advierte que “el cambio de los factores climáticos no va a impactar en las plantas de forma aislada. El aumento de gases de invernadero en la atmósfera va a coincidir con el aumento de la temperatura, lo cual cambiará el régimen de lluvia y el tipo de tormentas, aumentando los eventos climáticos extremos. Por lo tanto, es una necesidad imperiosa tratar de mejorar nuestra comprensión de las respuestas que desarrollan las plantas ante los múltiples factores que interactúan en el cambio climático, con el fin de anticipar los impactos en la agricultura y la naturaleza”. 

Qué hacer
La pregunta es qué hacer en el campo de la agricultura ante esta perspectiva. El informe lo sugiere: estudiar las zonas productivas, los suelos y su textura, los sistemas de irrigación, los drenajes naturales, en fin, todas las variables que intervienen en la salud del cultivo o la plantación local, para luego analizar su comportamiento posible de frente a una emergencia climática. De todo ello se supone que saldrán ideas, sugerencias, acciones concretas que ayudarán a reducir los riesgos de un desastre total. 
Demás está decir que, como la cantidad de variables a estudiar en relación al calentamiento global y sus consecuencias en múltiples áreas lo sugieren, un profesional solo, experto en una sola disciplina como puede ser la agrícola, no alcanza para elaborar un plan integral, porque el problema es multidisciplinario. Es más, también alcanza a disciplinas que, si bien son colaterales, también son afectadas por el clima errante que tenemos, como pueden ser el energético y el de transporte. 
Lo que se impone, entonces, es la formación de equipos multidisciplinarios dentro del Estado y las entidades educativas superiores para evaluar el impacto climático a futuro y proponer acciones acordes a la necesidad de cada zona. Esto requiere profesionales conocedores de la realidad provincial, no meros políticos u oportunistas que pretendan sacar ventajas de la situación. Ese equipo debe proponer medidas concretas a los poderes públicos e instruir a la población sobre las medidas a tomar en caso de desastres naturales ligados al cambio climático.
No menos importante es la participación del habitante común del campo, de los pueblos y comarcas aisladas, que vive de la agricultura a baja escala, digamos familiar. Ellos, acostumbrados a sortear cada año las vicisitudes del clima, saben mejor que nadie las virtudes y debilidades climáticas de la zona en que viven, los recursos de agua de que disponen, las particularidades del terreno que no figuran en los mapas, las plagas, el comportamiento de los cultivos y las plantas frutales, sus ventajas y debilidades. ¿Por qué no incorporarlos, entonces, en la discusión de cómo salvar su estilo de vida y su cultivo, sin duda vital para la economía de su zona de vida? 
Finalmente, está la comunidad, que debe asumir que el Estado no tiene todos los recursos que se cree para solucionarle los problemas a cada barrio o a cada persona. Nadie mejor que los propios vecinos para constatar el estado de su entorno y, por qué no, para trabajar juntos y hacer tareas voluntarias que aseguren, por ejemplo, la limpieza de un cauce, plantar árboles, arreglar el jardín de una plaza o cuidar el parque Adán Quiroga. Esto, en los países desarrollados, es una rutina que bien valdría la pena imitar. Usted, amigo lector, tiene la palabra.
Si queremos conquistar el miedo al cambio climático, empecemos ya. Mañana será tarde. 

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