jueves 28 de marzo de 2024
EDITORIAL

Sin salario y obra pública no hay paraíso

Por Redacción El Ancasti

El gobierno nacional confía en que, pese a la grave crisis económica que atraviesa el país, este año ratificará la supremacía electoral que exhibe dese 2015. Los más optimistas señalan el ejemplo de 2017, oportunidad en que salió airoso en los comicios legislativos luego de un 2016 muy malo en términos económicos.

Las diferencias entre lo sucedió hace dos años y las perspectivas para los meses que vienen hasta el crucial desafío de octubre son muy nítidas. El oficialismo llegó a las elecciones de medio término con una economía en recuperación, motorizada no por la llegada de inversiones, como había sido el pronóstico oficial, sino básicamente por la inversión de recursos en la obra público, que traccionó al resto de los sectores. De modo que los logros económicos de ese año no se debieron a la lógica del programa económico de Cambiemos, sino a una suerte de medidas keynesianas orientadas a promover demanda agregada y evitar la caída del poder adquisitivo de los salarios, que en ese año al menos le empataron a la inflación.

Las perspectivas ahora son diferentes. En el contexto del plan de ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional, el gobierno, dentro de su lógica neoliberal, no tiene margen de maniobra para hacer otra vez keynesianismo. Sin posibilidades de acceso a crédito internacional, salvo el pactado con el FMI, y sin inversiones privadas, el enfriamiento de la economía es un propósito buscado –para evitar bruscas devaluaciones que produzcan los desequilibrios ocurridos el año anterior- y no un daño colateral del programa.
El recorte en la obra pública alcanza niveles pocas veces vistos. Durante 2018 se invirtieron 11.414 millones de pesos menos que el año anterior. El monto está expresado en términos nominales, es decir, no contempla la incidencia de la inflación en el periodo, por lo que en términos reales el ajuste es sustancialmente mayor. El Presupuesto contempla para 2019 un recorte de casi el 60 por ciento en términos reales respecto del presupuesto del ejercicio anterior. 

Tampoco debe esperarse reactivación económica por el lado del consumo. La caída del salario respecto de la inflación fue impactante en 2018: para los empleos formales, fue de poco más del 11 por ciento, con picos del 20 por ciento. En los trabajadores informales, la caída es más brutal aún. La expectativa de máxima de los gremios para 2019 es lograr aumentos que emparejen la evolución de los precios, con lo cual, en el mejor de los escenarios, se mantendrían los salarios en los niveles actuales. 
Más allá de las especulaciones electorales, lo central es que la Argentina logre una recuperación de su economía que permite mejorar las condiciones de vida de los sectores de mayor vulnerabilidad, que hoy son los más afectados por la profunda recisión, la falta de empleo de calidad y el incremento de la pobreza y la indigencia. Pero todo indica que esa salida no será posible si no se reactiva la inversión pública y si no mejora el poder adquisitivo de los trabajadores. Sin obra pública y sin salario no hay paraíso.


 

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