viernes 22 de marzo de 2024
EDITORIAL

Bajo el colchón

Por Redacción El Ancasti

La costumbre de guardar los dólares bajo el colchón es bien argentina. Es decir, lo que es una práctica habitual en nuestro país, en otros países no es considerada como una manera eficaz de resguardar el dinero resultante del ahorro familiar.

A golpe de largos procesos inflacionarios y de devastadores picos hiperinflacionarios, los argentinos se acostumbraron a valorar la moneda de origen estadounidense como herramienta de preservación del valor del dinero. Y, con el recuerdo del corralito aun bien fresco en la memoria colectiva, pese a que han transcurrido casi dos décadas desde aquella medida implementada por Domingo Cavallo en el último tramo del Gobierno de la Alianza, los verdes billetes no siempre se depositan en los bancos, sino que se guardan en algún lugar secreto de las viviendas, lo que de un modo figurativo se conoce como “debajo del colchón”.

El Plan Nacional de Educación Financiera, un documento difundido por el Ministerio de Hacienda de la Nación recientemente pone en tela de juicio la presunta sabiduría popular argentina en temas financieros. Según el informe, nuestro país está entre los peores puestos a nivel internacional en conocimientos financieros (37 sobre 39), aunque encabeza, no casualmente, uno de los ítems estudiados: la definición de inflación y el cálculo del poder adquisitivo.

El escrito deja constancia, además, del muy bajo porcentaje de argentinos que han podido ahorrar en el último año –apenas el 24%- contra un 53% de los mexicanos y el 30% de los brasileños, según una encuesta realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

La orientación de los argentinos hacia el dólar, de todos modos, es el resultado no tanto de la ignorancia sino de las sucesivas crisis que han sufrido las finanzas nacionales, con bruscos sacudones que provocaron, en un muy corto plazo, formidables pérdidas del poder adquisitivo de los sectores asalariados. Estas crisis, particularmente las de 1988-1989, de 2001-2002 y de 2018-2019, generaron al mismo tiempo cuantiosas transferencias de recursos a favor de los sectores económicos-financieros más concentrados.

Según datos del INDEC, los activos de argentinos o empresas del país superan los 300.000 millones de dólares, 80.000 millones de dólares más que hacer cuatro años. Es dinero que está fuera del sistema financiero local, ya sea bajo el colchón, en cajas de seguridad o en depósitos o inversiones financieras fuera en el extranjero.

¿Qué pasaría si todos esos dólares se volcaran en inversiones no financieras, es decir, productivas, de infraestructura, en nuestro país? No es una exageración pensar en que muchos de los problemas económicos se solucionarían.

Pero, no es un detalle menor, para que las divisas se transformen en inversiones, el gobierno deberá generar las condiciones necesarias, que incluyen, por ejemplo, una estabilidad económica de largo plazo, lo cual por ahora es solo una utopía.

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