jueves 28 de marzo de 2024
cartas al director

El genocidio vial

Quisiera plantearle a la sociedad catamarqueña un pequeño ejercicio imaginario y es el de hacernos a la idea de que los habitantes de El Rodeo y Las Juntas desaparecen totalmente como si de una bomba atómica se tratase. Es decir, 1.300 personas dejan de residir y habitar ese majestuoso territorio.
Pues bien, desde los dos períodos del ex gobernador, Brizuela del Moral, y el período y medio (estadísticas hasta el año 2017 de la ONG Luchemos Por la Vida) de la actual gobernadora, Lucía Corpacci, han muerto y por siniestros viales en nuestras rutas ¡1.309 personas!... Para explicar nuestra decadencia lacerante en materia de seguridad vial habría que remontarse medio siglo para ver y comprobar que jamás ningún Gobierno nacional, provincial y municipal han tenido nunca una estrategia, ni tampoco un planteo serio de trabajo en esta materia. La población ha adquirido una especie de Síndrome de Estocolmo con las autoridades viales que maltratan, torturan, estafan y permiten que cientos de litros de sangre de nuestros jóvenes (la mayoría) se derramen sobre las carreteras de nuestra provincia. Es decir, han adquirido una especie de empatía con el torturador que los maltrata. Las cifras de heridos físicos y psicológicos no están muy claras, pero que nadie dude que son escalofriantes. Como son los gastos en sanidad pública, privada, de policías, de justicia, peritos, etc, etc.
La batalla que, en mi opinión, la sociedad le debería dar al “populismo vial” de nuestras autoridades tiene que ser inmediata, urgente y exigir un cambio radical en dichas políticas. Éstas han aplicado muy pocas, pero en algunas “iniciativas” (nunca estrategias) destinadas a atajar este flagelo, como siempre, el objetivo no ha sido otro que el de recaudar: radares en las rutas, cámaras en los cascos de los policías motorizados. Tortuguitas por doquier. ¿Y la educación vial?
Los resultados están a la vista y, por lo tanto, urge entonces una verdadera estrategia, un cambio de paradigma basado fundamentalmente en un nuevo modelo de Educación Vial para todos los usuarios de la vía pública. El Populismo Vial engaña a la gente de la siguiente manera: a) regala el carné de conducir a todos los conductores, irresponsablemente, para luego y de una manera muy fácil multar, quitar el vehículo y sacarle ingentes cantidades de dinero. La recaudación es insaciable. ¿Algo de ese dinero se vuelca luego en mejorar las infraestructuras, en educación vial? b) Luego éste verdugo inmisericorde que es parte del problema y no de la solución, le viene a decir a la gente “que actúa así porque no tienen conciencia” (¡!) ¿Son o se hacen? No se puede tener conciencia de algo que no se sabe, de algo que no se conoce.
Y éstas son las dos caras y de la misma moneda y siempre le echan la culpa al mismo: al inocente e ingenuo conductor que no es otra cosa que un inculto vial, ¡nada más! Y es que el Populismo Vial necesita de una población inculta vial para que todo parezca que solo los conductores tienen la culpa y que la seguridad vial no tiene solución y ese “chamuyo vial” ha calado muy hondo en la población y la mayoría cree que este genocidio es irremediable. Los conductores desde hace mucho tiempo vienen a ser los clientes de Su Majestad, el tribunal de faltas municipal. Las autoridades hablan de los “efectos”, pero nunca de las causas y éstas son ni más ni menos que la degradante y decadente educación vial. Jamás se ha escuchado al menos un diagnóstico, en fin, una idea seria acerca de por dónde atajar este problema. Incultos viales también son nuestras autoridades y espero algún día que alguien dé la cara y realice una mínima autocrítica. No es mucho pedir, en mi humilde opinión y creo que los ciudadanos nos merecemos tal gesto.
¿Y cuáles son las castas que forman, al parecer, el negocio de la seguridad vial? Por un lado, los contribuyentes que son el jamón crudo del sándwich y que abonan multas e impuestos; por otro lado, están las autoridades viales que siguen felices con la inercia intocable y prebendaria de los cargos que ocupan; los empresarios que venden ingentes cantidades de drogas a los hospitales para curar heridos y que, como siempre, el Estado paga todas esas facturas. Por otra parte, están los políticos corruptos y que ocupan cargos para los que no están preparados (la seguridad vial no es una cuestión de políticos, es una cuestión de técnicos preparados), y lo único que les preocupa son los votos y arrojan sobre la sociedad este bizarro populismo vial, y ahora también participan los sindicalistas que presionan sobre los políticos de turno para ubicar posiciones en un ámbito que no les pertenece ni están preparados. La sociedad debería cambiar de mentalidad urgentemente o de esta manera los políticos le seguirán dando a la gente la medicina de siempre.
Deberíamos vituperar y con la máxima dureza contra las políticas viales municipales, provinciales y nacionales que a lo único que han conducido es al flagelo y mutilación de una buena parte de la sociedad argentina (¡casi 200.000 muertos en los últimos 25 años!). 1.- ¿Hasta cuándo se va a regalar la licencia de conducir? 2.- Es imposible que las actuales autoridades y con estas políticas implementen el sistema de scoring y que tan buen resultado le ha dado a muchos países del mundo. 3.- Las rutas deben ser diseñadas por ingenieros de caminos, pues allí nace el origen de lo que luego será el placer de transitar por la vía pública. 4.- Ojalá algún día entendamos lo importante que es dotar de los máximos conocimientos técnicos y pedagógicos a nuestros monitores educativos para que ellos puedan alfabetizar vialmente a la población y en todos los ámbitos. 5.- Urge cambiar las leyes. Para ello necesitamos gente y parlamentarios que tengan experiencia y conocimientos en seguridad vial para cambiar este sistema impresentable y que ha llevado a derramar tantos litros de sangre y sufrimiento a tantísimas víctimas. 6.- Todas las políticas han llevado un único objetivo: recaudar. En las antípodas está la vida humana. Por lo visto ésta a nadie le interesa. 7.- También urge la presencia en esta mesa redonda de gente calificada, de actores tales como las aseguradores de coches, autoridades sanitarias, la universidad, las asociaciones de conductores, las asociaciones de víctimas de siniestros viales, autoridades viales que accedan por concurso público de oposiciones al Estado, autoridades policiales, colegios de ingenieros, colegios de peritos, autoridades de infraestructura urbana, de transporte, etc. La decadencia nos debería hacer mirarnos a la cara y decirnos las cosas como son, sin intereses de ningún tipo, salvo es el de salvaguardar la vida humana, sin tantas tribulaciones, sin paños calientes. Necesitamos propuestas con sentido común. No deberíamos tener vergüenza de reconocer que somos incultos viales, entre otras cosas, deberíamos entender que los sindicatos mafiosos y los políticos corruptos necesitan un pueblo analfabeto para venderles cualquier baratija de colores. Tenemos que procurar que nadie nos cortocircuite el cerebro para pensar que son los políticos los que vienen a resolvernos todos los problemas. Así nos va.
Ojalá no hagan falta otros tantos litros de sangre para lograr consensos y a partir de allí fijar metas y estrategias. ¿Cuál es el pretexto o excusa para no revertir y cambiar estas obsoletas políticas viales?

Jorge Enrique Santillán Leiva
DNI 13.141.453

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