jueves 28 de marzo de 2024
|| CARA Y CRUZ ||

Tenedores de sacos

Por Redacción El Ancasti

Algunos dirigentes y militantes opositores, de alto, medio y corto pelo, rezongan por la a su entender deficiente cobertura que los medios de Catamarca, particularmente El Ancasti, dan al despliegue en la prensa nacional de la denominada “causa Dusso”, que es parte de la trama de los cuadernos de la corrupción. La radio de la Municipalidad de Valle Viejo, que controla el intendente radical Gustavo Roque Jalile, por ejemplo, se complace en desarrollar sesudas elucubraciones sobre la protección que este diario le estaría dando al Gobierno provincial por no hacerle mayor espacio en sus páginas a las noticias de los medios nacionales sobre el asunto. La diputada radical Verónica Rodríguez Calascibetta se quejó en la última sesión porque las repercusiones nacionales no se “replican” acá con énfasis adecuado a sus pretensiones. Combatientes de las redes sociales han hecho también su contribución a la teoría conspirativa. Lo que esta gente no parece advertir es que en realidad son los medios nacionales los que “replican” por información que El Ancasti viene desarrollando hace añares, incluso desde antes de que se iniciara la “causa Dusso”, hecho incontrovertible que torna redundante andar reiterando portadas porteñas. 


Les convendría a los críticos repasar los archivos y la historia reciente, aunque tal ejercicio pueda significarles algunos sinsabores. Sin ir demasiado lejos, los hechos investigados en la “causa Dusso” ocurrieron cuando Catamarca era gobernada por Eduardo Brizuela del Moral. El radicalismo provinciano era por entonces como chancho con los ahora denostados Kirchner y, por consiguiente, muy amigo también del actual ministro de Obras Públicas Rubén Dusso, principal protagonista del expediente que administra el fiscal federal Santos Reynoso. Tiene que haber titulares nacionales para que estos analistas de la agenda mediática se enteren de lo que pasa frente a sus narices, repentinamente sutiles. Conducta típica de provincianos acomplejados: precisan que les acaricien la autoestima los forasteros. Es pertinente preguntarse en qué han contribuido no ya a la “causa Dusso” que los aflige, sino a la denuncia de la corrupción en general. Alguna denuncia podrán exhibir quizás, pero se sabe que un papel depositado en un juzgado, como una golondrina, no hace verano, menos si no se sigue su trámite después de la foto para el tontaje. Otros en cambio, podría ser El Ancasti, tuvieron comportamientos más activos al respecto, con un detalle no menor: los tuvieron cuando los denunciados estaban en la cúspide del poder, fuertes, y no cuando algún avatar los colocó en posición vulnerable.


Porque en definitiva acá lo que les preocupa a los objetores no es el mayor o menor espacio que se abra a los repliques nacionales, sino que los criterios editoriales no se acomoden a sus maquinaciones políticas. Le bastará a cualquier lector bienintencionado un breve paseo por la web para confirmar de qué lado se acuesta El Ancasti, invariable en su crítica cualquiera fuera el signo político del gobierno de turno. Esfuerzo menor demandará darse cuenta de la especulativa trayectoria de quienes pretenden tardíamente investirse de paladines de la verdad y la justicia. No aportaron ni un miserable gajo de acelga para el puchero pero, ahora que el hueso soltó el tuétano y el caldo se puso gordo, aparecen con los panes más migudos a ver qué pueden sopar. Ya don Arturo Jauretche tenía bien calado a este tipo de personajes: los tenedores de sacos del “animémonos y vayan”, siempre prestos a inducir broncas, pero remisos para poner la jeta a la hora de los bifes. Ya no hay riesgo, muchachos, un escándalo nacional los ampara. Llegó, por fin, la hora de los valientes.
 

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