jueves 28 de marzo de 2024
|| CARA Y CRUZ ||

La extorsión paga

Por Redacción El Ancasti

Con el tratamiento y sanción de la ley Antiplus, el Senado suma su aporte a la legitimación del chantaje. Como se le hicieron modificaciones, el proyecto volverá a la Cámara de Diputados, donde se originó. Frente a Walter Arévalo, secretario general del SOEM capitalino, se abren de este modo nuevas oportunidades para poner a prueba la eficacia de su método, más entonado ahora que ha demostrado su competencia para manejarle la agenda a la Municipalidad, el Gobierno y la Legislatura. No solo logró poner a bailar a su ritmo a todo el arco del poder local. Desde que con un paro que no completó las 24 horas les hizo sacudirse las itas a los senadores y se reactivó la discusión, dos elementos se recortaron solitarios, por tanto con nitidez, sobre el trasfondo del conflicto: la prepotencia del municipal y las extendidas dudas acerca de la eficacia de la ley por la que presionaba para cumplir la meta que se propone. La aprobación del Senado no introduce variaciones en este paisaje. Arévalo obtuvo la satisfacción de sus caprichos y en consecuencia se afirmó en su convicción de que el atropello es el método más apropiado; la incertidumbre sobre la operatividad de la ley para erradicar el plus médico sigue incólume. En síntesis, sigue el plus y todo está como era entonces salvo por un detalle: el Senado ha transferido la presión de Arévalo a los diputados.

 

Debe reconocerse la astucia de Arévalo. El plazo del ultimátum que les había dado a los senadores para sacar la ley antiplus vencía recién pasado mañana, pero antes de llegar a la fecha pactada se apresuró a convocar un paro municipal por tiempo indeterminado a partir de este martes, como para que quedara claro que si los senadores movían era menos por responsabilidad parlamentaria que por temor al rigor de los azotes que les prometía. Los senadores se comportaron conforme al programa establecido, de modo que Arévalo tiene derecho a sentirse Napoleón Bonaparte redivivo. Concatenada con los antecedentes, esta conducta final de los legisladores perfecciona la subordinación de la Cámara alta al sindicalista. El proceso de reactivación del debate por el plus comenzó con un paro municipal iniciado a pesar del compromiso de abordar el asunto que habían asumido el intendente Raúl Jalil, el director de la OSEP Julio Cabur y el presidente provisorio del Senado por entonces a cargo de la Gobernación, Jorge Solá Jais. Tras dejar establecido que estaba en condiciones de hacer lo que se le diera la gana, Arévalo levantó la medida de fuerza, concesión que a su criterio lo convertía en una persona “razonable”. A continuación, Solá Jais osó objetar los modales del sindicalista, quien le respondió con su proverbial diplomacia no solo confirmando su amenaza de que tiraría la basura en las puertas del Palacio Legislativo si no le daban el gusto de sacar la ley antiplus en los tiempos por él fijados, sino también añadiendo que los legisladores eran tan basuras como los desperdicios que utilizaría como artillería. Estas apreciaciones no ameritaron la más mínima reacción por parte de los agraviados.


Si el tratamiento de la ley antiplus en el Senado empezó y terminó con chantajes, sería una ingenuidad suponer que los chantajes desaparecerán. El paro por tiempo indeterminado convocado por el SOEM a partir del martes continúa en pie pese a que los senadores obedecieron. Ahora les toca a los diputados preguntarle al municipal qué plazo le parecería adecuado para cumplirle los antojos, analizar vías de acción frente a las modificaciones hechas por los senadores que no vayan a irritarlo y adaptarse al ritmo de la conga que se le dé por tocar desde la sede del SOEM. Si la ley sirve es un tema absolutamente secundario. La cuestión es dejar establecido que la extorsión paga.

 

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