jueves 28 de marzo de 2024
cartas al director

En este aniversario, un homenaje al tango

En este día tan feliz, desde "Una cita con el tango” hemos querido asociarnos con sus deseos de prosperidad y agradecimiento por lo que durante varios años diario EL ANCASTI contribuyó a la difusión de la historia de nuestra música ciudadana.
Discépolo dijo que el tango es un pensamiento triste que se baila. Hoy no lo baila casi nadie. ¿Corre peligro, entonces, de perderse también como motivo de pensamiento? Entendámonos: no existe el tango, existen los tangos y cada uno responde por una época, por una experiencia de Buenos Aires en el tiempo. “Entendámonos: no existe la poesía, existen los poemas, ese inmortal sentido de lo bello que se renueva de palabra en palabra, de imagen en imagen, de hombre en hombre. Entendámonos, no existe el hombre, existen los hombres y cada realidad individual incluye toda la realidad humana. Uno ve el Río de la Plata y se pregunta: ¿qué otra música si no el tango pudo tener Buenos Aires?

Al tango

Sería torpe que te expresase así, cara a cara, los argumentos de mi simpatía.
Que eso lo trasunten mis cartas a tus héroes. En este caso prefiero señalar fallas que acaso te impidieron una mayor plenitud. Sos un lamento. Tu ritmo, aparentemente tan acusador y decidido termina en adormecimiento. Es el castigo por la falta de matices, por haber hecho de tu inicial audacia un gesto de melancolía. Con actitud maniática te empecinas en revelarnos el rostro de la ciudad que ya pasó, la casa que fue demolida, el almacén que descascara el tiempo, el cacho de suburbio que voló hasta el cielo. Nadie puede negarte lealtad al arrabal. De allí arrancaste, de allí seguís alimentándote como de un pecho único. A pesar de ese temperamento que te lleva al pasado seguís siendo joven. Por eso dominaste a tu medio con más brío que ninguno. Por eso asististe no del todo derrotado a la desaparición de tantas cosas, ese naufragio del café, el recorrido último de ciertos carros, la mediocridad de los letristas, esa visión caduca de unos cuantos hombres llenos de remembranzas. Sabes que tu destino no muere con las primeras muertes de la ciudad. Pero podés engañarte. Confías demasiado en la certeza de tu sortilegio y muchos ya no oyen más. La juventud te ignora, desconoce tu pasado, se burla de alguna de tus leyendas. Tuviste tus grandes figuras, pero hoy mostrás los vacíos. Alguien te llamó tigre, yo más bien creo en tu condición de araña que se pierde en la madeja de su retroceso. Te reprocho que no nos concedas la interpretación feliz de aquello que convocas. Lo tuyo es un girar la tuerca en dirección hacia los mismos hechos y ámbitos. Brotaste de alguna circunstancia y comenzaste a dar vueltas inacabablemente sobre unos acordes. No se oye un tango como se oye una danza española. El fenómeno urbano está detrás. La mala vida, lo mísero de unos destinos, la gestación de un contorno, los aluviones de la inmigración, la soledad de un medio, el alarde sombrío de unos hombres, la servidumbre con sus pequeñas revanchas. Puntualizarte que pese a tus limitaciones te necesito, que aunque quejoso y apesadumbrado te reconozco amigo, creo que es innecesario. A vos hay que escucharte desde la niñez como una música de parque de diversiones, después en la adolescencia como una invitación para arraigarnos en el medio, luego en otras edades y procesos como fondo de guerra para sentirse finalmente bajo tu dominio. Desde esta condición te hablo. Detrás tuyo están delineadas varias luchas: la de los instrumentos por sobresalir hasta que el bandoneón los vence a todos; la del sexo, planteada en términos parciales, angustiosos; la del medio social apenas sugerida.
Pueblo sentimental, vivillo, buscándole escapar al bulto de los compromisos. Pueblo no peor que otros, tiene en el tango la música que se merece. Con él nos salvamos, se salva la ciudadanía, logramos eso tan difícil: ser expresivos. Hablar del tango, pues, escucharlo, sentirlo, meditarlo y padecerlo, entonarlo o ladrarlo, es la salida, el toque que nos identifica. Así cada uno consigue trascender los límites de su temperamento: el pícaro, el busca mangos, el nene de mamá, el varón, el pierna, el melancólico de nacimiento. Después de años de haber escuchado a tantos tontos disfrazados de orilleros o de bacanes o de ciudadanos que están de vuelta de todo; después de haber dañado mis oídos y mi alma durante mucho tiempo con la miseria de programas radiotelefónicos en los que se trazaba tu imagen irrisoria, quiero juzgarte por mí mismo, interpretar el hecho, esclarecerme un poco. Mentirosos presentadores que trataron de emocionarme con ese lamentable hijo, hijo de la pereza, que es el lugar común. Hablando del coraje como quien hace comercio con lo que nombra, utilizando un lunfardo que no les pertenecía, y todo ello para tener el premio de escuchar en ese mismo espacio unos pocos tangos. ¡Ah! ese molesto desajuste entre la música y las palabras que la prolongan. ¡Las palabras del tango! ¡El contenido de sus versos! Hay letras que parecen escritas con la parte más turbia de la sangre, con el vino más malo. Nuestros músicos crearon joyas que la mayor parte de los letristas se encargaron de convertir en piedra de escándalo. Únicamente el mejor jazz puede mostrar creadores como Arolas, Bardi, Cadícamo, De Caro, Cobian. Porque ellos existieron es que no podés morir. Porque además sos la música que para siempre se identificarán unas casas con unas costumbres, con una manera de vivir.

Mario Alonso

 

Seguí leyendo

Te Puede Interesar