El debate por la despenalización del aborto ganó rispidez luego de la ajustada media sanción que obtuvo el proyecto en la Cámara de Diputados. Las declaraciones del Papa Francisco equiparando la interrupción del embarazo con las prácticas nazis fueron como toque de clarín para que la Iglesia profundizara la ofensiva contra la propuesta y endureciera su discurso. En tal marco, la mesura de las marchas del silencio “en defensa de las dos vidas” contrastó con la virulencia de manifestaciones que en nada contribuyen a un debate sensato. El representante legal de Colegio Padre Ramón de la Quintana, Rubén Martí, ha cobrado un fuerte protagonismo entre los adversarios de la norma y ofició de ariete para meter en liza el argumento electoral. En su sitio de facebook, primero, y luego en la primera marcha contra la despenalización, donde convocó a no votar por los “aborteros”, término que está bastante lejos de invitar a la concordia. La arenga precipitó un repudio de la Cámara de Diputados de la Provincia, que Martí respondió en su página de facebook con duros términos hacia los diputados Adriana Díaz y Maximiliano Rivera. A Díaz en particular, “militante fanática del feminismo”, según la calificó, le recriminó que no dijera nada sobre “las barbaridades que este colectivo hace o dice; por ejemplo: ‘si no sale la ley que quilombo se va armar; las calles vamos a cortar y la catedral vamos a quemar’". Como si Díaz tuviera que hacerse cargo de cuanto desatino es expresado por un partidario de la despenalización.
Con similar criterio, Martí o la Iglesia misma deberían impugnar a su turno cualquier sandez, mentira o despropósito de los contrarios a la despenalización, como un video en el que representantes de la farándula disparan palmarias falacias sobre el contenido de la ley. Energúmenos hay en todos lados. Quienes asumen espacios representativos tienen la obligación neutralizar su prédica. Complementar las amenazas de condenas celestiales con consignas de campaña implica aventar brasas inconvenientes. Si algunas voces favorables a la ley se desmadran, no es atinado que la Iglesia les replique el tono. Martí consigna en su posteo contra los diputados: “¿Que hubiera votado la Virgen María? ¿Que hubiera votado Jesús? No hace falta contestar estas preguntas”. Tiene razón: no hace falta contestarlas, porque es imposible saber semejante cosa. Es precisamente tal imposibilidad lo que hace aconsejable despojar el debate de elementos metafísicos y religiosos para llevarlo por sendas más transitables para el limitado entendimiento humano. Sobre el final, insiste Martí en el llamado a no votar por candidatos que estén a favor de legalizar el aborto y concluye: “No importa el partido al cual pertenezcan, buscaremos la derogación de esta ley. Si esta postura es perversa, debe estudiar más y no dejarse llevar por los patrones que hicieron de Catamarca una sociedad feudal”. Interesante desafío, plantea interrogantes que, al contrario de lo que ocurre con las hipotéticas posturas electorales o legislativas de la Virgen María y de Jesús, sí pueden responderse. Qué papel jugó y juega la Iglesia local en la construcción de una “sociedad feudal”, por ejemplo. O qué hizo o hace para evitar tal degradación.
Conviene mermar el volumen para evitar que la disputa desbarranque en el vale todo de las guerras santas, más peligroso por el espacio que abren las redes sociales para mentiras y escraches muy difíciles de discriminar de lo verdadero. El martes, por caso, circuló un posteo de facebook de muy mal gusto de la comunidad de la Quintana, supuestamente compartido por el propio Martí. No estaba en ninguna de las dos páginas, pero se viralizó y no puede saberse si era real o si lo bajaron al advertir que era una barbaridad. Dependerá de quien interprete los movimientos, pero sirva el incidente para ilustrar sobre las lamentables derivaciones que podrían tener compadradas que profundizan las grietas, cualquiera sea el bando de donde provengan.