Nos decían ‘vean en You Tube’, pero para eso hacíamos la carrera a distancia”. La frase resume el estado de ánimo de los estudiantes de la flamante carrera de Arquitectura que decidieron implementar las autoridades de la Universidad Nacional de Catamarca, lanzada con estruendosos pitos y flautas este año. Los estudiantes se sienten chasqueados: los espacios físicos para el dictado de las materias son escasos, varios de los docentes carecen de la aptitud, o de las ganas, para dar las clases. Muchos de los aspirantes a arquitectos tuvieron que recurrir a compañeros que tienen el título de maestro mayor de obras o que estudiaron en otras universidades, o bien pagar docentes particulares, para incorporar los contenidos que hipotéticamente debe suministrarles la universidad. “Nunca explicaban bien los conceptos que querían que desarrolláramos y, como no teníamos base teórica, todo se dificultaba. No nos daban ni media hora de clases. El teórico es fundamental”, contó un estudiante. Ante los reclamos, los docentes explicaron que no habían dictado la teoría porque no tenían lugar. “No nos pueden contestar eso cuando hace tres años se está planificando la carrera. Además, la Municipalidad puso a disposición el teatro Urbano Girardi para que allí se dicten clases”, rezongó otro alumno.
La Universidad, la facultad de Tecnología y Ciencias Aplicadas y las autoridades de Arquitectura se abstuvieron de hacer aclaraciones sobre la situación o justificar la ostensible improvisación. Hay que entender: los universitarios tienes el mismo derecho a las vacaciones que todo el mundo, y capaz que apareció alguna actividad académica en el exterior que permita combinar formación con placer. No es cuestión de nadar renegando por las incomodidades de alumnos novatos como estos arquitectos en potencia. Ya habrá tiempo de tratar el asunto y elaborar respuestas eficaces cuando se reinicien las actividades. Se impone, para salvaguardar el prestigio del Rectorado. La incorporación de Arquitectura a la oferta curricular de la UNCA fue una de las decisiones políticas más promocionadas por la gestión del rector Flavio Fama, quien a partir de su desempeño en la academia busca posicionarse en el campo político, siguiendo la senda abierta por sus predecesores Eduardo Brizuela del Moral, con éxito que todavía se prolonga en la Cámara de Diputados de la Nación, y Julio Salerno, menos suertudo, pero con inercia suficiente para colocar a su hijo Gonzalo como decano de la Facultad de Derecho. Es una pena que el impulso publicitario no haya estado acompañado por una adecuada organización. Sin embargo, aunque estos traspiés en el dictado de la disciplina que se empecinó en lanzar pese a los razonables criterios en contrario no han de contribuir demasiado a sus afanes de trascender las fronteras universitarias, no es probable que desista: es porfiado como mula tuerta y supone que las críticas no harán mella a su augusto empaque.
Predecible reacción del generalato unquista: las quejas por Arquitectura nada tienen que ver con deficiencias en la implementación de la carrera o apuros para meter 800 alumnos sin contar con la infraestructura suficiente; obedecen sin dudas a la excesiva sensibilidad de jóvenes poco habituados a la disciplina y los sacrificios del estudio. Si realmente existe vocación, se estudia en las condiciones más desfavorables. Los alumnos deberían aportar al fortalecimiento de la carrera en lugar de hacer públicas sus quejas. Con lo que le cuesta a las autoridades universitarias darles una oportunidad. Qué juventud ingrata.