jueves 28 de marzo de 2024
|| CARA Y CRUZ ||

El amigo del César

Por Redacción El Ancasti

Respondiendo a una pregunta capciosa, tramada por los fariseos, acerca de la licitud de pagar tributo a Roma, Cristo recomendó separar las cuestiones espirituales de las terrenales. El retruque es conocido. Tomó el interpelado un denario y preguntó a sus objetores de quién era la imagen acuñada en él. “Del César”, le contestaron. “Den al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios”, concluyó el Nazareno. Proceder a esta discriminación parece ser arduo para el obispo catamarqueño Luis Urbanc, a quien los tantos suelen mezclárseles con excesiva frecuencia. El diácono permanente Horacio Alejandro Machado Uzín, también conocido como el “padre Lacho”, ordenado por el ex obispo Elmer Miani, contó que Urbanc le suspendió las prerrogativas de celebrar casamientos y bautismos por sugerencia del Gobierno provincial. Según su relato, hace un par de años marcó durante una ceremonia religiosa algunas fallas que, a su criterio, afectan el barrio Valle Chico. Estas divergencias no cayeron bien en los círculos gubernamentales, que comunicaron su disgusto al Obispo a través de una carta. Dice Machado Uzín que Urbanc le mostró la nota al restringirle las facultades. La intensa labor social desarrollada por el diácono para dar dignidad a los pobres resultó poca para Urbanc, más interesado en mantener sus buenas relaciones con el Gobierno. Que viene a ser en este caso el César aludido por Jesús al remacharle el clavo a los ladinos fariseos.

Las manifestaciones del diácono Machado Uzín confirman la vocación de Urbanc por los asuntos temporales, pero tales inclinaciones no pueden ser consideradas una novedad. Ya protagonizó el jefe de la Iglesia un sonado escandalete con los puesteros de la Gruta, a quienes les dijo que debían mandarse a mudar cuanto antes del predio, al que habían convertido en una “villa miseria”. Esto, en el contexto de un proyecto de costo millonario acordado con la Municipalidad de la Capital para acondicionar el lugar con el propósito de que el Obispado pueda explotarlo comercialmente, que a no tiene por qué estar la fe reñida con las utilidades económicas. “Entiendan que tienen que rajar de acá”, dijo a un grupo de feriantes, con esa campechanía tan característica, sin omitir la bendición. Numerosas y duras críticas a su poco caritativa conducta no amilanaron a Urbanc, que exigió por nota a la Municipalidad que desalojara a los puesteros debido a “las muchas las quejas de los peregrinos que nos visitan y se escandalizan con lo desprolijo y para nada motivador de la piedad de quienes visitan este histórico solar”. En la misiva admitió haberse “exasperado” con los prósperos puesteros y demostró que, si bien tal vez no ha repasado el episodio del tributo al César, ha asimilado otros no menos aleccionadores. “Me sentía en la misma situación que Jesús cuando echó a los vendedores del Templo, ya que lo habían inundado de todo tipo de negocios”, explicó, humildemente. 

Fue llamativo, forzado para algunos, que comparase su indignación con la de Cristo. Los Evangelios no registran que, tras echar a los mercaderes del Templo, Jesús instruyera a sus discípulos para que administraran los puestos vacantes. Quizás Urbanc haya accedido a algún texto poco publicitado en el que se revelan mandatos evangélicos de orden comercial. Esto explicaría el empeño puesto por el Obispado en la explotación, por ejemplo, de playas de estacionamiento ubicadas en puntos estratégicos de la ciudad. La habilidad del Obispo es intachable: los dividendos que arrojan estas instalaciones no demandaron de la curia inversión alguna, porque materiales y mano de obra fueron suministrados para el municipio capitalino. Si bien sería herético suponer que Urbanc deja de dar a Dios lo que es de Dios, es notable el provecho que, al mismo tiempo, obtiene de la amistad con el César.
 

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