jueves 28 de marzo de 2024
cara y cruz

El playero

Por Redacción El Ancasti

El ingeniero Eduardo Alejandro Niederle, secretario de Obras Públicas de la Municipalidad de la Capital y flamante presidente del club San Lorenzo de Alem, se siente habilitado para suceder a su jefe Raúl Jalil en la Intendencia. Como es un hombre prudente, al anunciar sus aspiraciones destacó el respaldo que en la lid electoral le darían los empleados municipales, pero se abstuvo de incluir entre sus partidarios al Obispado catamarqueño. Acaso su acendrada religiosidad lo indujera a guardar pío silencio respecto de tan importante apoyo. Sin embargo, no es justo que la comunidad catamarqueña desconozca tan significativo detalle, que podría ser determinante para su suerte política. Además, no pueden ni deben estar el pudor y la humildad de Niederle  por encima del compromiso irrenunciable de los católicos con la verdad. Menos, cuando los vínculos establecidos entre el ingeniero y la Iglesia ya desde la pila bautismal se reforzaron ahora por la vía comercial, cuyo poder ratificatorio suele ser mayor que el del sacramento de la confirmación. 

Como se sabe, la Municipalidad de San Fernando del Valle tuvo la cortesía de hacerle al Obispado la playa de estacionamiento que funciona en los terrenos donde hasta hace poco se erigía el diario La Unión, en calle San Martín entre Rivadavia y Salta, para mayor orientación. Proyecto, material y mano de obra a cargo del erario municipal, que no es de buen cristiano refrenar el impulso caritativo. El ingeniero Niederle, en su calidad de secretario de Obras Públicas de la comuna, tuvo activa participación en este emprendimiento, sin dudas medular para la catequesis. En reconocimiento de su piadoso aporte al credo, el Obispado lo asoció en la explotación del establecimiento, que viene a morigerar el sufrimiento de tanto automovilista carente de espacio para estacionar en el saturado microcentro capitalino. Los términos del acuerdo, como los caminos del Señor, son misteriosos. No es misterio, en cambio, que las facturas por el aparcamiento se libran a nombre de Niederle, Eduardo Alejandro.


La incompatibilidad ética entre su cargo de funcionario municipal y su condición de usufructuario de instalaciones construidas con fondos y personal del municipio ha de resolverla Niederle en el confesionario. Tal vez done parte de lo que recauda en la playa de estacionamiento del Obispado para Cáritas, de buen samaritano que es nomás. Vaya a saberse. Eso sí, destina alguna moneda a tratar de comprar conciencias que le ayuden tanto a sumar partidarios como a disimular aspectos inconvenientes de su trayectoria. En su currículum resalta el rol que cumplió como director técnico de la edificación del Estadio Bicentenario, clausurado apenas seis años después de su inauguración porque su estructura colapsó a raíz de los vicios de construcción. La absolución por este pecadillo tal vez le demande penitencias más arduas que un par de Padrenuestros con sus socios de la curia, pues la mole del Bicentenario es demasiado evidente ahí, frente al Predio Ferial; un cilicio sobre el prestigio profesional del ingeniero aspirante a la Intendencia. Ya han de aparecer los herejes que se pongan a hacer proyecciones. Que las ruinas hacia las que rumbea el estadio de su autoría puedan prefigurar su hipotética gestión municipalno es presentimiento adecuado para atraer prosélitos.
 

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