viernes 29 de marzo de 2024
Editorial

Exabruptos

Injusto sería atribuirle al feminismo –o las feministas- el exabrupto...

Por Redacción El Ancasti

Injusto sería atribuirle al feminismo –o las feministas- el exabrupto de la marcha a favor de Nahir Galarza, la joven condenada por asesinar a su novio Fernando Pastorizzo. Por definición, el feminismo en un movimiento que procura la igualdad de derechos entre los géneros, de modo que mal podría señalarse como una actividad propia del espíritu de esa lucha el reclamo por la absolución –y su consecuente libertad- de una mujer que mató a su pareja, hecho sobre el que no han quedado dudas pues hasta la propia victimaria confesó el hecho. 


El problema –para el feminismo y las feministas- es que la convocatoria estuvo plagada de referencias a consignas que suelen esgrimir, para otros casos, con sobradas razones y fundamentos las mujeres que encarnan la lucha legítima en contra de la sociedad patriarcal. Por cierto, las mentoras de la movilización, convocada para ayer en la ciudad de Buenos Aires, van mucho más allá del discurso habitual y exponen argumentos que de tan inverosímiles hacen presuponer que el reclamo es una farsa, acaso una excusa para denigrar y ridiculizar la lucha ejemplar que las mujeres vienen protagonizando en los últimos años.


Hay otras escenas recurrentes, nunca por supuesto tan grotescas, que no contribuyen de todos modos a fortalecer las demandas igualitarias blandidas por el feminismo. En esos habituales programas televisivos de panelistas, un grupo de mujeres, que son mayoría, cuestionan a los hombres imputándoles defectos congénitos, originales del género, es decir, constitutivos de su masculinidad, al tiempo que exaltan a las mujeres, portadoras, según esta visión, de loables atributos y cualidades también inherentes a su femineidad.  


Al cabo de unos minutos de departir, sin objeciones, en torno a estos preconceptos, se pasa a otro tema, como si lo sostenido en ese lapso fuera verdad revelada y no opinión antojadiza. Es interesante hacer el siguiente ejercicio de imaginación: suponer que los enunciadores de tales opiniones en vez de mujeres son hombres. Que sostienen livianamente que las portadoras de los defectos congénitos son las mujeres y los varones, en cambio, representantes de las mejores cualidades. Si así fuese, el programa de referencia, con sus alusiones pendencieras contra las mujeres, no pasaría inadvertido. Sería, razonablemente, el detonante de un escándalo y denuncias justificadas de discriminación. Tal vez ni siquiera siga en el aire.


Que la sociedad argentina está contaminada de machismo, atravesada por gravísimo hechos de violencia de género, muchos de los cuales tienen desenlaces fatales, es una verdad irrefutable. Tal vez por esta razón son toleradas las desviaciones señaladas, que constituyen una caricaturización del feminismo, un movimiento que, es importante insistir, procura la igualdad de derechos y promueve la tolerancia y la sana convivencia entre géneros y nunca pregona la superioridad de uno sobre otro.


Ponerle límites a estos exabruptos que distorsionan la imagen real de la lucha emprendida por las mujeres, es, también, uno de los desafíos del feminismo. Aún en los movimientos que persiguen ideales y objetivos loables, las facciones que abrevan en las tormentosas aguas del fundamentalismo producen deterioros difíciles de reparar y son utilizados por los adversarios para menoscabar las justas reivindicaciones.

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