jueves 28 de marzo de 2024
|| CARA Y CRUZ ||

Modus operandi

Por Redacción El Ancasti

La estrategia seguida por el Gobierno nacional en la gestión de los tarifazos se ajusta a un “modus operandi” que hasta ahora le dio buenos resultados. Sin demasiados preámbulos, ejecuta disposiciones polémicas y las ajusta de acuerdo a la reacción de sus interlocutores y adversarios. El precedente más fresco es el de la reforma previsional, que requirió el previo consenso fiscal que garantizara la integridad de las cajas políticas de los gobernadores. En las tratativas, el presidente Macri coló una inyección extraordinaria de recursos para apuntalar la gestión de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, figura estelar de su facción, proyectado a la continuidad de ambos en 2019. Ya entonces se avizoraba el impacto político que tendría el incremento de las tarifas energéticas, que demanda nuevas maniobras. Los aumentos fueron objetados por la UCR y la Coalición Cívica, aliados del PRO, que advirtieron sobre la erosión del consenso en la base electoral de “Cambiemos”. Tras frustrar una sesión de la Cámara de Diputados en la que la oposición pretendía revertir los aumentos, el Presidente accedió solo a prorratear las facturas más onerosas, no a mermar los montos. De ahí avanzó otro paso: instó a gobernadores e intendentes a reducir los impuestos y tasas que perciben en las boletas de energía para reducir el impacto de la medida en el bolsillo de los usuarios. Vidal, con presupuesto reforzado a partir del consenso fiscal, procedió de inmediato; Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la CABA, anunció que hará lo propio. El resto de los mandatarios, radicales incluidos, se resiste. Algunos sugieren que sea la Nación la que se apriete. Se ve venir: otro intento de consenso con los mandatarios, con el toma y daca de rigor. 

La eficacia del modus operandi descripto –polémica, revisión, acuerdo- es ahora incierta. El kirchnerismo está en remisión y las tribus peronistas intentan rearmarse para forzar un balotaje el año que viene. Esa organización, aun en ciernes, establece un horizonte hipotético para los gobernadores peronistas que a fines del año pasado no existía. Ergo: serán más remisos a pactar, subirán su precio. La oposición impulsará en el Congreso un fraccionamiento del tarifazo para acoplarlo a paritarias y extenderlo hasta el año electoral; el macrismo respondió con un proyecto de ley para que en las boletas de energía no se incluyan impuestos provinciales y tasas, es decir: que se cobre sólo la energía y el IVA y que provincias y comunas se las arreglen para cobrar lo que les toca (ver página 4). En ese punto está la pulseada.

Tras estas maniobras contaminadas por la expectativa electoral, está la resolución de un problema medular para el futuro argentino, que trasciende la lectura fiscalista. Lo insostenible de la incidencia de los subsidios a la energía en el presupuesto nacional, la necesidad de achicarla para reducir el déficit, es un elemento; el otro es que la Argentina no se autoabastece de energía y debe importar una gran parte de lo que consume, lo que eleva los costos. Esta carencia de autonomía energética es consecuencia precisamente de la política de subsidios indiscriminada que se aplicó en el pasado reciente y un retroceso incontrastable, pues antes el país se autoabastecía y le sobraba para exportar. Es discutible la gestión de los tarifazos aplicados sin contemplar sus efectos de acuerdo a las características de los distintos sectores sociales y productivos, pues mientras los mejor posicionados tiene margen para afrontarlo, para otros implica directamente la expulsión del sistema o el cese de actividades. No puede discutirse, en cambio, que salvar el cuello de botella de la crisis energética es condición “sine qua non” para alentar alguna chance de desarrollo nacional e inversión. La cuestión es quién se hace cargo de los costos políticos y económicos, en un país con el tercio de su población inmerso en la pobreza. Hay que insistir: acá se cincha a todo el mundo menos a la casta política beneficiada por el gradualismo selectivo, que ya está pensando en la contienda electoral del año que viene.
 

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