sábado 19 de julio de 2025
|| CARA Y CRUZ ||

La amenaza que no cesa

El caso del joven Nahuel Vega Modotti, reo de violencia de género, se suma a los hechos que confirman..

Por Redacción El Ancasti

El caso del joven Nahuel Vega Modotti, reo de violencia de género, se suma a los hechos que confirman el poder de destrucción social de las drogas y lo peligroso de subestimarlo. De acuerdo con las acusaciones, las golpizas que el muchacho propinó a sus víctimas fueron de una brutalidad inusitada. Estuvo un mes prófugo hasta que su madre, Mabel, devastada, le informó al fiscal Mauricio Navarro Foressi que estaba internado en una clínica psiquiátrica de Salta, donde lo capturaron. Se encargará la Justicia de las causas concretas que sobre él pesan, pero el saldo hasta el momento es terrible, con al menos tres familias, incluida la del propio Modotti, inmersas en circunstancias muy traumáticas. Tras entrevistarse con el fiscal, llorando, Mabel Modotti dijo: "Hoy a mí lo único que me preocupa es que mi hijo esté bien. Yo quiero recuperar a mi hijo, necesito volver a verlo bien. Hay muchos otros chicos que están pasando por esta situación y nosotros como padres, como sociedad no tenemos que juzgar a una persona que está enferma. Tenemos que ver la consecuencia que es hoy la droga en nuestras escuelas y en nuestra sociedad. La droga destruye a la familia, porque no soy yo la que está pasando esto, también todas las familias que tienen adolescentes y jóvenes que están expuestos a este tipo de cosas". Lógicamente, los familiares de las chicas a las que Nahuel Modotti golpeó salvajemente exigen que se haga justicia sin atenuantes de ningún tipo.

Más allá del enfrentamiento entre las familias está el flagelo de las drogas. Modotti ahora tiene que responder ante la Justicia, pero su peripecia y las de sus víctimas podría haber sido mucho peor. No es ocioso recordar antecedentes como el de Fabiana Aranguez, docente asesinada por un vecino con las neuronas aniquiladas por los estupefacientes que se suicidó en el Penal cuando advirtió la barbaridad que había cometido. O el de Damián “Bebe” Cano, que mató a la psicóloga María Eugenia Rojas y a Susana Aguilar deschavetado por el consumo sistemático de drogas. Cano era un simpático joven que frecuentaba paquetas fiestas de clase media.


No es sensato seguir dándole la espalda al problema. El caso Modotti es un recordatorio doloroso de que las drogas no discriminan. Nadie está exento de sufrir las consecuencias del flagelo, sea porque un integrante de su familia y sus afectos cae en la patología, sea porque tiene la mala fortuna de cruzarse con adictos que no están en condiciones de medir las consecuencias de sus actos. Darse una vuelta los fines de semana por la zona del Alto Fariñango, donde se han trasladado los boliches de la ciudad, puede ser una experiencia muy inquietante. Allí se reforzó la seguridad luego de que se advirtiera, en este mismo espacio, sobre la recurrencia de los episodios violentos. Pero aún así, muchos padres que van a buscar a sus hijos e hijas adolescentes y deben esperarlos en la rotonda ubicada frente al Parque Adán Quiroga, pues no les permiten ir más allá, pudieron constatar la tensión que hay en la madrugada, cuando los jóvenes salen de las discotecas, la mayoría en estado no demasiado católico, entre empellones y provocaciones. Sin dudas es necesario reflexionar y profundizar en políticas preventivas superadoras de la mera presencia policial que, salta a la vista en esas madrugadas, no basta para desanimar a quienes terminan la noche sobreestimulados.

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