viernes 11 de julio de 2025
|| CARA Y CRUZ ||

Educación y trabajo

Mientras la cúpula de la CGT exponía fisuras, desconcierto y anacronismo en una movilización, el Gobierno...

Por Redacción El Ancasti

Mientras la cúpula de la CGT exponía fisuras, desconcierto y anacronismo en una movilización, el Gobierno nacional lanzaba en el municipio bonaerense de La Matanza el programa de escuelas secundarias con oficios con el respaldo del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), el Sindicato de Luz y Fuerza, el Sindicato de Plásticos y la Cámara de Industria y Comercio. El programa es impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a través de la Secretaría de Economía Social, y la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. “Durante un año y medio estuvimos pensando en un proyecto que pudiera articular la escuela con el trabajo y así surgió la idea de que quien finalice sus estudios obtenga un título secundario y, además, un oficio con certificado habilitante”, señaló el secretario de Economía Social, Matías Kelly. Los talleres incluidos en el plan abarcan mecánica, electricidad, energía, administración, plomería, gastronomía y hotelería, entre otras actividades, que en una primera etapa se implementarán en La Matanza, La Plata, Morón y San Miguel. 


La iniciativa que comienza a aplicarse en territorio bonaerense parece adecuada para Catamarca, donde el divorcio entre las demandas del mercado laboral y los contenidos del sistema educativo secundario, terciario o universitario deriva en una situación paradójica: los índices de desempleo se disparan al mismo tiempo que en el sector privado reniegan por las dificultades para encontrar trabajadores capacitados o con perfiles idóneos para las tareas que requieren. Mientras tanto, el Estado continúa siendo el sueño dorado de inserción laboral para el catamarqueño medio, con o sin título. Este desfasaje entre educación y trabajo se traduce en, por ejemplo, el cierre de carreras en Institutos de Estudios Superiores (IES) por falta de alumnos, sin dudas porque el universo de estudiantes de niveles superiores termina no encontrándole el gollete a lidiar por un título que luego no habrá de servirles más que para colgarlo en un cuadro para consumo y orgullo de sus tías. La UNCA facilita otro ejemplo con la inminente apertura de la carrera de arquitectura. No se sabe si el esfuerzo está relacionado con alguna necesidad real de arquitectos en Catamarca o con el mero berretín de adicionar carreras.

El caso es que el sistema educativo catamarqueño no proporciona a sus alumnos herramientas para insertarse con éxito en el mercado laboral local vigente o futuro, con lo que arroja bachilleres y profesionales que indefectiblemente, si no emigran, van a presionar por el ingreso en una administración pública ya saturada y sin margen para absorber desempleados. No se trata de frustrar vocaciones –los niveles de deserción parecen indicar que una gran cantidad no son demasiado acendradas- sino de articular la inversión pública en educación con las perspectivas de trabajo efectivas, no solo en lo que concierne al diseño de los contenidos sino también, y sobre todo, al momento de promover entre quienes se aprestan a elegir su perfil formativo orientaciones y carreras compatibles con lo que Catamarca precisa. No han de ser pocos los que resuelvan sus crisis vocacionales si les hacen ver qué opciones las facilitarían conseguir empleo de calidad y, por supuesto, se las ofrecen.

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