miércoles 6 de diciembre de 2023

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EDITORIAL

Micromachismos

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Por Redacción El Ancasti
El femicidio y la feroz expresión de la violencia física del hombre contra la mujer son los puntos culminantes de comportamientos cuyos orígenes son culturales. Y si los casos extremos de machismo mencionados son cometidos por personas que lógicamente son visualizados por el resto de los ciudadanos como personas peligrosas y marginales, a las que debe excluirse de la sociedad, hay muchos otros comportamientos machistas protagonizados por personas a las que se caracteriza como habitualmente correctas que ni siquiera son percibidos como tales.

Son los denominados micromachismos, término acuñado hace ya un cuarto de siglo por un psicoterapeuta argentino, Luis Bonino, y que puede definirse como una práctica de violencia en la vida cotidiana que es tan sutil que pasa inadvertida, pero que refleja y perpetúa las actitudes machistas y la desigualdad de las mujeres respecto a los varones.

Al contrario de las explícitamente violentas o discriminatorias, que son repudiadas abiertamente, las prácticas micromachistas hasta son legitimadas por el entorno social y justificadas como si fuesen consustanciales con la naturaleza humana. Dice Bonino que lejos de la violencia física y el maltrato explícito, "son comportamientos de control y dominio de baja intensidad, naturalizados, legitimados e invisibilizados que los hombres ejecutan impunemente, con o sin conciencia de ello”.

Bonino clasifica los micromachismos en cuatro tipos: los utilitarios, que afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora; los encubiertos, que buscan la imposición de las "verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer; los de crisis, que se manifiestan cuando ellas empiezan a "romper la balanza de la desigualdad en la pareja”; y los coercitivos, con los que "el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión”.

Una de sus características es que no solo es practicado por los hombres: las mujeres también suelen justificar, activa o pasivamente, este tipo de comportamientos.

Los avances registrados en la conciencia respecto de la necesidad de hacer respetar los derechos de las mujeres permiten una mejor identificación de las conductas micromachistas, y ésta es una primera herramienta para intentar posteriormente desactivarlos.

Las estadísticas indican que el norte argentino tiene, en el contexto nacional, las tasas más altas de violencia machista. De hecho, Jujuy es la provincia que tiene la cantidad de femicidios más alta en función de la cantidad de habitantes.

Las nuestras son sociedades en las cuales la cultura patriarcal está más arraigada, y donde las prácticas cotidianas de micromachismo están, por la sutileza que las caracteriza, más invisibilizadas. 

Es menester, en consecuencia, implementar campañas de concientización, fundamentalmente a través de la educación, para tornarlas visibles desde una perspectiva crítica y apuntando a la supresión de esas conductas discriminatorias en pequeña escala.
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