El viernes se cumplirá el primer año de las multitudinarias movilizaciones generadas en las principales ciudades del país en el marco de la campaña "Ni una menos”, contra la violencia de género y los femicidios.
Este año las marchas se repetirán, con consignas renovadas, en todo el país.
Las expresiones populares contra la violencia machista no parecen haber disminuido ni la frecuencia de los casos ni la cantidad de casos fatales, pero al menos tuvieron el mérito de visibilizar el drama y poner en debate la problemática.
El lento avance en la conciencia parece lógico. Las sociedades patriarcales como las nuestras se han ido estructurando desde hace siglos, y si bien el progreso en el respeto de los derechos de las mujeres es innegable, la violencia y el autoritarismo de género no se cambian de un día para otro.
Hoy siguen vigentes los puntos principales de la marcha del año pasado: Implementar con todos los recursos necesarios y monitorear el Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la violencia contra las mujeres, tal como lo establece la ley 26.485; garantizar que las víctimas puedan acceder a la Justicia; elaborar el Registro Oficial Único de víctimas de la violencia contra las mujeres, garantizar y profundizar la Educación Sexual Integral en todos los niveles educativos para formar en la igualdad y para una vida libre de discriminación y violencia machista y garantizar la protección de las víctimas de violencia de género.
Los cambios se manifiestan de manera progresiva, paulatinamente, con discursos y acciones concretas que tiendan a horadar un sistema que durante mucho tiempo naturalizó las inequidades de género y hasta justificó la violencia.
Las manifestaciones públicas contra la violencia de género ahora adquieren, por su masividad, por el aporte concientizador de organizaciones y la difusión de la campaña Ni una Menos por parte de los medios de comunicación, una masividad que antes no tenían. Pero se vienen realizando en la Argentina desde poco después de la recuperación de la democracia, en la década del ochenta.
Lo que antes eran grupos pequeños de mujeres, casi marginales, ahora son un colectivo inmenso integrado por organizaciones sociales, culturales, políticas, sindicales y personas comunes, que tienen la necesidad de expresarse de manera pública a favor de transformaciones en un sentido de equidad e igualdad de derechos.
También de a poco se va ampliando el abanico de reivindicaciones en las expresiones públicas contra el autoritarismo machista. Las demandas no se reducen a la violencia física o verbal, sino también a la negación de derechos, a la falta de autonomía económica y al maltrato institucional, mediático y simbólico.
Como puede advertirse, el cumplimiento de las reivindicaciones que alberga la consigna Ni Una Menos no se logrará milagrosamente. Pero la campaña del año pasado y la que se prepara para estos días pueden concebirse como mojones en el largo e intrincado camino de la equidad de género y la lucha contra la violencia.