La escasa confianza que los gremios docentes tienen hacia el ministro de Educación, Daniel Gutiérrez, se hizo manifiesta el miércoles en la reunión por las paritarias. Para comenzar con las tratativas, los sindicalistas requirieron las presencia del ministro de Hacienda, Ricardo Aredes, de quien esperan respuestas más serias. Una afrenta para Gutiérrez, quien, no obstante, se abstuvo de cualquier recriminación y aceptó delegar sus funciones en Aredes, que terminó ofreciendo un 30% pagadero en dos partes. Nadie esperaba que Gutiérrez renunciara al quedar desautorizado de modo tan palmario, pues no hay precedentes de que haya renunciado a ninguno de los puestos que ocupó como no fuera para ocupar algún otro, pero no pasó desapercibido lo superfluo de su rol en esta instancia. Su antecesor, José "Chino" Ariza, administró mal que bien durante dos años el vínculo con los gremios antes de que éstos le perdieran el respeto y la confianza y exigieran otros interlocutores. Incluso María Julia Acosta gozó de un plazo más amplio de crédito antes de caer en el descrédito. Gutiérrez no lleva dos meses en el cargo y ya quedó relegado a lo protocolar.
Era lógico que ocurriera y se lo señaló apenas asumió como ministro de un área que se caracteriza por la polémica permanente y la complejidad: Gutiérrez encarnaba la paradójica debilidad de un Gobierno que acababa de ganar su reelección pero no podía convocar una figura de relieve para suplantar al desgastado Ariza. Ningún precedente permitía augurar que Gutiérrez se desempeñaría con eficacia. El currículum del personaje abundaba en fintas y saltos de un sector político a otro, pero carecía de elementos que acreditaran solvencia en materia educativa. Era una ofensa para los docentes y los gremios respondieron el miércoles con otra ofensa, de la que el ministro no se hará cargo porque prefiere aferrarse al sillón. Aunque los gremialistas le hayan dicho que prefieren negociar y acordar, eventualmente, con Aredes, a Gutiérrez le alcanza con discursear en los actos escolares, viajar a costa del Estado y cortar alguna cinta.
Proliferan advertencias y hechos concretos sobre los difíciles momentos económicos y financieros que pasa la Provincia. Dada la voluntad de ningunear a Gutiérrez que los sindicatos docentes han dejado expuesta, valdría la pena contemplar la posibilidad de unificar los ministerios de Economía y Educación para economizar unos pesos valiosímos. De tal modo, se adaptaría el organigrama y la institucionalidad a la realidad, puesto que los docentes negocian con Aredes, no con Gutiérrez, que cumple funciones ornamentales y ha pasado a ser ministro nominal. Podría sugerir el ajuste el propio Aredes, encargado de custodiar el equilibrio del erario, a quien le debe hacer poca gracia tener que hacerle además el trabajo a Gutiérrez gratis. No es probable que el ministro de Educación tenga una reacción destemplada. Si le ha soportado el desaire a los gremios, puede descontarse que tolerará cualquier decisión que se tome en torno a su casillero. La unificación vendría bien, aparte del ahorro, como porte para transparentar y agilizar el funcionamiento de la burocracia estatal, que no necesita precisamente de engranajes inútiles.