El Cara y Cruz de la edición de ayer dio cuenta de una campaña electoral "retroactiva", en la que el Frente para la Victoria y el Frente Cívico y Social, las dos fuerzas que concentran las mayores posibilidades de obtener un triunfo, comparan las obras públicas propias con las realizadas por su adversario. El tópico seleccionado por los contendientes, se señaló, no permite establecer diferencias tan claras entre ellos como una manifestación concreta de lo que piensan hacer para romper con cepos estructurales y sortear asechanzas peligrosísimas para la sociedad que a esta altura no pueden ignorarse. Obsesionados por el pasado mediato e inmediato, los antagonistas solo disparan difusas consignas sobre el futuro, que es, en definitiva, lo que interesa. Hospitales, escuelas, rutas, viviendas, infraestructura de servicios están; resta saber cómo se les dará contenido y sentido social para que no devengan, finalmente, en cascarones vacíos e inútiles por falta de políticas y recursos humanos capaces de ponerlos a funcionar a pleno.
Acaso sea complejo resumir propuestas en unas cuantas consignas de impacto masivo, pero los problemas publicitarios no deberían conspirar contra el conocimiento cabal de los rumbos que piensan asumirse una vez que las urnas canten su veredicto, cualquiera sea el resultado. Bien está la obra pública, y que viva cien años, pero sobran los ejemplos de edificaciones grandiosas que no pueden aprovecharse debido a inconvenientes menos vinculados a la inversión en ladrillos que a la gestión y el déficit de recursos humanos. Ejemplo concreto y claro de esto es la crisis que ha hecho eclosión en el área de salud. Por mucho San Juan Bautista, Maternidad, Hospital de Niños y otros nosocomios de alta complejidad en el interior que se hayan habilitado, tras desembolsos millonarios, Salud no puede empinar una atención aceptable porque no tiene personal para cubrir las guardias médicas o los turnos de las ambulancias, carece de insumos y está enredada en un litigio crónico por el impacto en los sueldos de los profesionales del impuesto a las Ganancias y los topes salariales. Es decir: la pésima gestión impide la utilización óptima de la infraestructura. Las deficiencias han costado incluso vidas, pero la conducción del Ministerio sigue sumida en la impotencia.
Lo que ocurre en Salud, cuya resolución tendrá que acometerse, es paradigmático: la obra pública, para ser útil, debe ir acompañada por políticas y líneas de gestión con el financiamiento respectivo. Conviene recordarlo ahora que se ha inaugurado el centro terapéutico para adicciones de La Sala y se prometen otros dos, en la ex residencia de Pirquitas y el sur capitalino. Bien están las inversiones para levantarlos, pero de poco servirán si no se los dota de personal capacitado y comprometido y de todo lo necesario para una labor eficaz. Sobre las políticas que piensan aplicarse, y no solo en el terreno de la salud y las adicciones, el electorado requiere más certezas que las que le dan en la campaña retroactiva.
Viene al caso, para ilustrar lo dicho, la visita que hizo ayer a Catamarca la precandidata a la vicepresidencia Gabriela Michetti, del PRO. Se trata de un fenómeno alumbrado en la CABA que jamás esbozó siquiera el amague de un compromiso con el interior o con la realidad del país que fueran más allá de un "buenismo" del que poco puede esperarse si de resolver los arduos problemas que se avecinan se trata. Por supuesto, nada puede aportar la señora Michetti a Catamarca, por más que sus comparsas se empeñen en postular lo contrario. Se intenta con la figurita captar la voluntad electoral de incautos que ya no abundan como antes por estos sufridos pagos. Demuestra la intentona, de todos modos, cómo subestiman al electorado quienes pretenden entusiasmarlo con estas dudosas luminarias porteñas.