La Fiesta Nacional e Internacional del Poncho representa la mejor vidriera de lo que somos los catamarqueños. En el evento que cada mes de julio se lleva a cabo en nuestra provincia mostramos lo mejor de nuestra cultura, de nuestro trabajo y de nuestro arte. Pero también, por ese carácter representativo, es un espejo de nuestros defectos y nuestras incapacidades.
De modo que en cada edición del tradicional evento hay una nómina de aciertos y virtudes que se inscriben en el haber, y una lista de errores e improvisaciones que deben anotarse en la columna del debe.
Es imprescindible señalar, en esta reflexión, que el catálogo de virtudes es mucho más extenso que el de las defecciones, lo que arroja un balance final positivo. Pero tal conclusión no debe conducirnos a ignorar las cuestiones negativas, pues señalarlas claramente contribuyen a evitar que se reproduzcan en años subsiguientes.
Ya se ha mencionado en este mismo espacio que la improvisación es una falla que, al parecer, forma parte de nuestra idiosincrasia. Así, no resulta extraño que todos los años, cuando restan horas para la inauguración de la fiesta, continúen los trabajos de reparación y puesta en condiciones de las instalaciones del predio ferial.
El pasado lunes pudo constatarse que las tareas de mantenimiento no se concluyeron correctamente. La lluvia caída puso en evidencia ciertas precariedades en la infraestructura, pues filtraciones en los techos de galerías y salones y desbordes de caños provocaron inundaciones en algunos sectores y pérdidas en los productos artesanales de expositores.
El argumento, escuchado por estas horas, relacionado con lo inusual de las precipitaciones intensas en esta época del año es inaceptable: llueva o no llueva, los techos de las instalaciones del predio ferial deben estar en condiciones siempre, en especial cuando se desarrollan eventos de esta naturaleza y envergadura.
Otra falencia detectada es la falta de consideración de quienes visitan la fiesta, tanto la exposición artesanal como el festival artístico, en el mantenimiento del predio en buenas condiciones de higiene.
Empleados de la empresa que realiza las tareas de limpieza en caminerías y galerías principales y laterales, se quejaron del pésimo estado en que encuentran el predio cuando ingresan cada mañana.
La basura –según relatan- se enseñorea del lugar. Aseguran que los desechos se arrojan en cualquier lugar pese a que existen más de ochenta cestos para depositar allí los desperdicios. Hasta las grandes tinajas que adornan los ingresos y los patios del predio son depósitos de basura.
En este caso, la responsabilidad no es de las autoridades sino de los ciudadanos en general, que ya han convertido en un hábito desagradable la ausencia de respeto por los espacios públicos.
Estos aspectos deben revisarse necesariamente para que el balance sea absolutamente positivo, y no quede margen para las críticas y los señalamientos que colocan sombras indeseadas en la fiesta mayor de los catamarqueños.