miércoles 9 de octubre de 2024
EDITORIAL

Bergoglio y Francisco

Por Redacción El Ancasti
La gira del Papa Francisco por Latinoamérica ha sido impactante. Nunca antes un pontífice había expresado con tanta claridad un mensaje de condena a las injusticias y características depredatorias del sistema capitalista dominante, y al mismo tiempo de reivindicación de los pueblos originarios, sujetos de crímenes aberrantes durante la llamada "conquista de América”. 

Bergoglio, que como arzobispo de Buenos Aires nunca había tenido discursos de autocrítica eclesial tan claros respecto de, por ejemplo, la actuación de la institución durante la negra noche de la dictadura militar, como Francisco pidió perdón, en nombre de la Iglesia, por la complicidad que tuvo en las injusticias cometidas contra los habitantes de América.

En los largos discursos y homilías pronunciadas durante sus visitas a Ecuador, Bolivia y Paraguay, Francisco moldeó un discurso que se acercó bastante, en el diagnóstico de la situación social, a los postulados de la Teología de la Liberación, tantas veces vilipendiada por la jerarquía católica.

El Papa llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar por la "triple T”, tierra, techo y trabajo, y los convocó a organizarse para "poner la economía al servicio de los pueblos”. 

No titubeó al pronunciarse a favor de "un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, ‘la hermana Madre Tierra’, como decía San Francisco”, como dijo en su paso por Bolivia.

Apeló a las organizaciones populares como protagonistas de ese cambio: "Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos. Les invito a construir una alternativa humana a la globalización excluyente. No se achiquen”.

También convocó a "poner la economía al servicio de los pueblos” y oponerse a "una economía de exclusión e inequidad”. Asimismo, consideró que "la propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos, no alcanza con las gotas que puedan llegar a derramar de la copa”.

Sus palabras impactan hacia adentro y hacia afuera de la Iglesia. Hacia afuera, porque tienen implicancias que exceden una mirada religiosa y se plantean como expresiones de fuertes connotaciones políticas, que, dichas por el máximo referente de una de las instituciones con mayor influencia mundial no pueden pasar inadvertidas.

Y hacia adentro de la Iglesia, porque los últimos gestos y expresiones de Francisco, además de confirmar que los cambios tan esperados en la línea pastoral parecen venir desde arriba hacia abajo, están llamados a repercutir de lleno en el seno de las iglesias locales, mucho más conservadoras, en especial la argentina.

Lo paradójico es que esa iglesia, que aparece en este contexto como desencajada del espíritu transformador que le imprime Francisco, es que la contribuyó decididamente a configurar cuando era Jorge Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires.
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