Aquel día quedará grabado en la historia de la provincia. Era el 23 de
febrero de 2011, plena campaña electoral, cuando el avión presidencial aterrizó
en Catamarca con su acostumbrada pompa. La presidenta de la Nación, Cristina
Fernández de Kirchner, se dirigió raudamente al lugar del acto: la fábrica
ENCATA, situada en El Pantanillo. "Aquí hay más de 10 mil nuevos jubilados, más
de 41 mil niños reciben la asignación universal por hijo. Nos gustaría que
fueran menos, nos gustaría que hubiera más trabajo, que hubiera más gestión
porque también es necesario aunar esfuerzos, no vale la pena seguir peleando
por consignas que enfrentan a los argentinos”, dijo subida al palco y en un
tiro por elevación a la administración de Eduardo Brizuela del Moral, con quien
unos minutos se saludó fríamente y más que nada por pura obligación protocolar.
Lógico: no había venido a estrechar la mano del primer mandatario sino a
respaldar a Lucía Corpacci, quien días después se alzó con la victoria en las
urnas y así dio paso al retorno del peronismo al poder tras veinte años de
hegemonía radical. Lo más importante, al menos desde el punto de vista del
impacto político, que el Gobierno nacional tenía para mostrar a los
catamarqueños era la puesta en marcha de aquella firma en el marco del programa
de Fábricas Recuperadas, creado y coordinado por el secretario de Comercio de
entonces, el inefable Guillermo Moreno.
La puesta en marcha de la fábrica de envases
plásticos era, en realidad, una auténtica puesta en escena electoral. Las
instalaciones estaban impecables, no faltaba ni una lamparita por encender, los
trabajadores lucían ropa de trabajo y cascos nuevos, en algunos estantes se
exhibían los productos alimenticios y de limpieza que se solían envasar, al
igual que los pliegos de plástico con las marcas comerciales dispuestos en las
máquinas impresoras. Afuera y adentro, ubicado estratégicamente para las fotos,
se observaba el cotillón de bienvenida a la Jefa de Estado. "Listo, señora
Presidenta, ya puede bajar la perilla”, le dijeron. Así lo hizo y una máquina
empezó a funcionar. Flashes, aplausos y algarabía generalizada. Esa fue la
imagen que más circuló del evento. Pero también, lamentablemente, la que
simbolizó con mayor claridad la farsa del relato oficial. Desde ese día y hasta
la fecha, ENCATA no pudo producir ni un sobre de mayonesa. Al principio, el
problema era la falta de insumos; luego se habló de una traba burocrática
oficial y ahora apareció un inconveniente legal con los anteriores dueños de la
firma que el Estado, nacional y provincial, no puede resolver. Eso fue lo
último que les explicaron a los pocos trabajadores que aún siguen a la espera
de la apertura efectiva de la "Fábrica Recuperada” por el "Movimiento Nacional
por los Trabajadores”.
*****
En
teoría, los trabajadores de ENCATA, nucleados en el Sindicato Gráfico, debían
funcionar bajo la forma de una cooperativa. Es decir, ellos serían los dueños
de su propia fuente de trabajo en un sistema solidario. Producirían,
comercializarían y pagarían sus sueldos de convenio con los ingresos que se
generen. Mientras tanto, debían arreglárselas con un subsidio del Estado
nacional que entonces se fijó en $600. Pero cansados de esperar el empujón
definitivo del Gobierno, varios trabajadores abandonaron la cooperativa en
busca de un trabajo concreto y hoy apenas quedan 17 de aquella entusiasta
camada, y ya ni siquiera perciben el subsidio, porque desapareció del
presupuesto nacional. "Algunos estamos trabajando en la construcción y otros
viven de changas”, contaron a este diario hace un par de días. Con todo, siguen
pidiendo audiencias en los despachos oficiales para reclamar que las
autoridades retomen el asunto en procura de una solución. Y como solamente
encuentran puertas cerradas y promesas vacías, decidieron declararse en estado
de alerta. O, mejor dicho, en "estado de desesperación”, según ilustraron. Más
allá de las alternativas laborales concretas que pudieran surgir, el problema
de ENCATA es de origen y concepto: la producción y el trabajo no se puede
manejar desde un despacho oficial sin una economía que funcione. Esta situación
es común en otras cooperativas creadas por el Estado con la ilusión de que el
día de mañana podrán liberarse y vivir por su cuenta. Pero por allí andan los
"cooperativistas” reclamando un puesto en la Administración pública. Ninguna
otra certeza existe en una provincia que funciona sobre la base de las
transferencias de impuestos.