viernes 29 de marzo de 2024

La UNCA y sus servicios electorales

Cada vez que se empieza a respirar en Catamarca el clima preelectoral, la opinión pública acostumbra a presenciar ciertos reacomodamientos de políticos que resultan irritantes, por lo incoherentes y desesperados, aunque en el fondo forman parte de las reglas del juego. Es decir, la gente está habituada a esperar cualquier cosa de buena parte de estos dirigentes, particularmente de aquellos que lo único que persiguen en permanecer en sus lugares de privilegio, a cualquier precio. Sin embargo, la cosa cambia cuando se trata de actores que no son políticos, que no se desempeñan en un ámbito esencialmente político y que, sobre todo, tienen una responsabilidad social que excede la coyuntura partidaria y más aún la electoral. Es el caso del rector de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA), Julio Salerno, quien el martes pasado participó de la reunión de la Mesa Política del Frente Cívico y Social en la residencia oficial de Villa Parque Chacabuco.



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Al día siguiente del encuentro, Salerno se preocupó especialmente en desmentir que su presencia hubiera sido por la posibilidad de obtener alguna candidatura a un cargo electivo. Pero nada dijo acerca de qué hacía allí en carácter de rector de la UNCA, porque, como él mismo lo aclaró, no estaba sentado a la mesa como un afiliado al partido gobernante o sencillamente como un simpatizante frentista. “Se trata solamente de la adhesión a un centro político, tanto en lo personal como de mi grupo cercano, y también de las otras expresiones políticas de la universidad”, dijo Salerno en declaraciones periodísticas, y luego agregó que él y su “grupo” fueron invitados para “tomar un rol más activo” -en la campaña electoral, habría que entender-.



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Nadie niega el derecho de Salerno a ejercer y hasta confesar en público sus preferencias políticas, lo que sin embargo no está del todo bien. Más aún, su postura es perfectamente comprensible por el hecho de que él fue el sucesor “bendecido” por Eduardo Brizuela del Moral al frente del rectorado cuando éste asumió, en 1991, como intendente de la Capital. Sin embargo, Salerno parece olvidar que su función al frente de la casa de altos estudios no es hacer política sectorial, sino abrir caminos para todos los estudiantes catamarqueños y de otras provincias, sean radicales, peronistas o comunistas, que buscan y necesitan una formación académica que les permita insertarse en el mundo laboral con una competencia profesional determinada. Ellos no van a estudiar a la UNCA porque sea una universidad “oficialista” o porque su rector es de confianza del Gobernador, sino porque descuentan que este ámbito educativo, al igual que la ciencia, está o debe estar por encima de cualquier bandería política. Y tanto ellos, como los catamarqueños en general, esperan que la máxima autoridad de una universidad estatal ostente, al menos en público, una posición imparcial.



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Pero además hay otra revelación significativa de este extravío. Ante el pleno de la Mesa Política del FCS, Salerno puso los cuadros técnicos de la Universidad de Catamarca a disposición del trabajo político-electoral que se viene. Es decir, decanos, secretarios o docentes especializados en algo útil para la campaña cuyos sueldos son pagados por el Estado nacional, o sea, por todos los argentinos. Si bien es cierto que su “grupo cercano” puede compartir su misma ideología y dedicarse a la política partidaria en el tiempo libre, no corresponde que el rector Salerno ponga sobre la mesa de la cocina oficialista, a manera de oferta, el trabajo de esta gente como si fuera un “capital” político propio. Lo mismo que podría hacer algún referente del FCS con su estructura militante. Es verdad que la universidad argentina fue un espacio históricamente muy politizado, pero eso no exime a ningún rector de su responsabilidad con toda la sociedad y no sólo con una parte de ella.
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