lunes 18 de marzo de 2024
en rosario

El lado solidario de la pandemia: no tenía donde quedarse y le dio las llaves de su hotel

Por Redacción El Ancasti

A Carlos, un ciudadano peruano de 75 años, la cuarentena total lo encontró de vacaciones en un hotel de Rosario. Como lo viene haciendo regularmente desde hace 15 años, elige los meses de verano para instalarse en esa ciudad, visitar a sus parientes y reencontrarse con los amigos que hizo en los 60 cuando estudiaba la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Nacional de Rosario.

Llegó a la Argentina el 17 febrero, cuando la ciudad china de Wuhan ya había aislado a todos sus habitantes por la proliferación del coronavirus pero todavía nadie imaginaba que se iba a desatar una pandemia con más de 70 mil muertos en todo el mundo.

Si bien estaba al tanto de que el virus había traspasado las fronteras del país asiático, y se conocían los primeros casos positivos en el norte Italia, él decidió seguir adelante con viaje. Ni siquiera lo hizo dudar el llamado del dueño del Hotel Viena, donde tenía hecha la reserva, quien le advirtió que la situación podría llegar a complicarse durante su estadía.

Como Carlos ya tenía comprados los tickets de avión, con fecha de regreso para el 5 de mayo, se mantuvo firme en sus planes. “Me dijo que no me preocupara demasiado por el coronavirus porque él creía que no iba a ser para tanto. Mi miedo era que se le complicara la vuelta, pero él insistía en que todo este tema no iba a durar mucho”, relató a Infobae Omar Orazi, propietario del hotel situado en la calle Ovidio Lagos al 500.

Tras hacer el check-in, a Carlos le asignaron una habitación single del segundo piso que está en una de las puntas del edificio. "Da al contrafrente, justo en el pulmóm de la manzana. Siempre elige ese sector porque como es habitué es el que le resulta más cómodo”, contó Omar, que forma parte de la tercera generación de administradores del hotel más antiguo de Rosario.

El primer mes transcurrió con total normalidad hasta que el anuncio de la suspensión de la última jornada de ExpoAgro, prevista para el viernes 13, desató la incertidumbre de lo que podía llegar a ocurrir.

“Esa misma noche habló el Presidente y anunció la cuarentena. Al otro día, se vació el hotel porque todos los que estaban hospedados habían venido por ese evento agroindustrial, salvo Carlos. Y como mis empleados ya no iban a poder venir a trabajar porque debían cumplir con el aislamiento obligatorio decidí cerrarlo”, recordó Omar.

Alertado por la situación, Carlos se comunicó con uno de sus hijos que vive en Perú para pedirle que le cambiara el pasaje y le adelantara la fecha de vuelta. Pero las gestiones resultaron imposibles.

“Le dije que no se hiciera drama, que podía quedarse a hacer la cuarentena en el hotel. No podía dejarlo en la calle porque no tenía adonde ir”, señaló Omar, quien sin dudarlo le dejó las llaves de la puerta principal para que pudiera entrar y salir libremente a comprar comida cuando lo necesitara,“más teniendo en cuenta que el restaurante estaba cerrado”, explicó.

Si bien ya tenían una relación bastante estrecha, que se forjó cuando Carlos se convirtió en un cliente frecuente, la pandemia los terminó convirtiendo en buenos amigos. “Lo llamo por teléfono todas las mañanas al conmutador que está en la recepción porque no tiene celular. Trato de darle ánimo para que no se deprima porque está solo y no puede conversar con nadie”, remarcó.

Hoy, los días de Carlos transcurren dentro de su habitación, mirando televisión y siguiendo minuto a minuto las noticias. De vez en cuando baja hasta recepción y se recuesta en los sillones que miran hacia un gran ventanal que da a la calle. Apenas sale para comprar comida en la rotisería o unas frutas en la verdulería, que están a pocos metros del hotel. “Hasta le sugerí que utilizara la cochera, que es bastante grande, para hacer un poco de ejercicios y que no deje de estar en movimiento”, remarcó.

A Omar le preocupa que el encierro termine deteriorando su salud mental ya que Carlos tiene miedo de no poder volver a Iquitos, de donde es oriundo, y reencontrase con su mujer y el resto de su familia. Encima, cada vez que mira los noticieros, y ve que la pandemia está afectando cada vez con más fuerzas a los países latinoamericanos, no puede entender cómo se llegó a esta situación.

“Mira lo que pasa en Ecuador, donde los cadáveres son apilados en las veredas, y no lo puede creer. Por eso, trato de hacer que se sienta lo más acompañado posible”, resaltó Omar, quien le dio su número de celular para que lo llame cuando quiera y le permitió que utilizara el teléfono del hotel para comunicarse con los suyos.

"A veces, cuando salgo a hacer compras, paso a saludarlo. Me pregunta sobre mi hijos, él me cuenta de los suyos. Le paso números telefónicos para que pida delivery o lo aconsejo de cómo moverse por la calle porque él es extranjero y si no cumple con la cuarentena lo pueden meter preso porque es un delito federal”, contó Omar.

La llegada del frío, que irrumpió este domingo en Rosario, lo bajoneó un poco a Carlos. “Como solo trajo ropa de verano tuve que prestarle ropa mía. El otro día le llevé dos sweaters y le quedaron bárbaro porque tiene más o menos mi misma contextura física”, dijo el dueño del hotel. “Ahora, solo resta que se aplique la vacuna de la gripe porque como es considerado una persona de riesgo por su edad tiene que tomar recaudos para no enfermarse”, dijo Omar.

Como le sucede a cada una las personas que quedaron varadas en otros países, a Carlos lo tiene angustiado la falta de certeza de cuándo abrirarán las fronteras y la aerolínea que contrató pueda llevarlo de regreso a Perú. “Lo bromeo todo el tiempo con que con le voy tramitar la green card y lo voy a convertir en ciudadano rosarino”, concluyó Omar con la esperanza de que su situación se resuelva lo antes posible.

Te Puede Interesar