La salud del ex presidente Fernando de la Rúa (81) había empeorado y su estado era "muy grave", según dijeron en su entorno. Se encontraba internado en la Clínica Alexander Fleming y falleció esta madrugada a los 81 años. Antes había estado en el Fleni de Escobar a donde había llegado a fines de enero pasado tras permanecer hospitalizado en la clínica Austral. El ex presidente sufrió una descompensación cardíaca y renal que en el último tiempo se fue agravando.
Además, de la Rúa había sufrido un cuadro oncológico avanzado, según fuentes de su entorno más cercano. Por eso fue trasladado al sanatorio Fleming que se especializa en tratamientos para el cáncer.
El ex mandatario había sido internado el 1 de enero pasado por problemas coronarios y renales que lo mantuvieron en terapia intensiva por algunas semanas. En ese momento además tuvieron que realizarle una traqueotomía
En el Hospital Austral estuvo internado 28 días y tras un alta clínica fue trasladado al Fleni. En este último instituto le realizaron un tratamiento de rehabilitación.
Ya en 2018, el ex jefe de Estado fue sometido a una angioplastía tras un infarto y en 2016 fue operado de un tumor en la vejiga.
Durante su presidencia, tuvo varios problemas coronarios. En junio de 2001 fue sometido a una angioplastía y quedó internado por unas 48 horas. en ese momento el entonces presidente llegó al Instituto Cardiovascular de Buenos Aires diciendo que no tenía "nada grave".
La última aparición pública del ex mandatario fue durante la cumbre del G20 que organizó el Gobierno. De la Rúa estuvo en los festejos y participó de la gala que se organizó en el Teatro Colón para agasajar a los presidentes de los países.
En una de las últimas entrevistas que brindó, en 2016, había hablado del gobierno de Mauricio Macri al que comparó con el suyo. "Nos dejaron una bomba con riesgo de explosión", dijo aunque había diferenciado que en el caso de Macri el riesgo era mayor "porque fueron fuertes estos 12 años de concentración de poder y desorden económico".
De la Rúa había nacido en Córdoba, el 15 de septiembre de 1937, y su fibra radical venía por herencia: su padre Antonio fue un destacado dirigente de la UCR y ministro de Amadeo Sabattini, cuando éste ejerció la gobernación. Aunque contaba de una infancia divertida, aventurera, lo cierto es que se destacó como estudiante: lo hizo en el Liceo Militar, donde fue abanderado. También se recibió con medalla de oro en la Facultad de Derecho, en la Universidad Nacional de Córdoba.
Los estudios eran paralelos a su militancia y fue convocado por el presidente Arturo Illia como jefe de asesores en el Ministerio del Interior, en aquel período que marcó un paréntesis entre tantas asonadas militares (hasta que el propio Illia fue derrocado para la instauración de otra dictadura, la de Onganía).
La aparición de Fernando de la Rúa como un hombre de batalla para las elecciones tuvo algo de casual. Fue en 1973. En medio del fervor peronista -la vuelta de su líder, las elecciones del 11 de marzo-, Héctor Cámpora ganó ampliamente la presidencia. Pero en la Capital Federal, hubo una tregua para aquella ofensiva del Frejuli (el frente liderado por el peronismo). Ocurrió en la elección para senadores ya que uno de los dos candidatos del Frejuli, Marcelo Sánchez Sorondo, era un nacionalista de ultraderecha, demasiado para los propios camporistas.
Así el Frejuli no reunió el 50% necesario en la elección de senadores, se requirió una segunda vuelta que se planteó con el enfrentamiento Sánchez Sorondo vs. De la Rúa, el candidato radical. En medio de tanta debacle a nivel nacional, el radicalismo tuvo entonces la oportunidad de celebrar un triunfo. Y De la Rúa, a quien ya apodaban “Chupete” por su juventud para el cargo, quedó como una carta ganadora.
Aquel 1973 fue de vértigo. La rápida renuncia de Cámpora -forzada por el propio peronismo- obligó a nuevas elecciones presidenciales, donde esa vez sí, Juan Domingo Perón era postulado para su tercer mandato (junto a su mujer Isabel) y con un favoritismo absoluto. Orilló el 62% de los votos. El radicalismo igual se presentó, casi como testimonial. Y entonces su líder y candidato, el legendario Ricardo “Chino” Balbín, llevó como compañero de fórmula... a De la Rúa. Era su ingreso a las ligas mayores.
La larga noche de la dictadura lo alejó -como a tantos otros- de los focos de la política. Todo había cambiado en 1983, con el retorno de la democracia luego de la aventura en Malvinas. Raúl Alfonsín emergía como el nuevo, carismático y movilizador líder del radicalismo. De la Rúa quedaba dentro de una línea más conservadora que, aunque se presentó en la interna, poco podía hacer ante el hombre que produjo el milagro de batir al propio peronismo y ganar la presidencia desde diciembre de 1983.
De la Rúa volvió a Senado, para el que intentó una reelección seis años más tarde. Allí fue víctima de una picardía que le impidió asumir: fue el candidato más votado en la Capital, pero un sorpresivo acuerdo entre el peronismo y la Ucedé de Alsogaray (que enseguida tendría su correlato en el gobierno de Menem), lo dejó fuera de la Cámara.
Sin embargo, fue ganando predicamento dentro de un radicalismo diezmado por el final de la presidencia de Alfonsín -que terminó adelantado la entrega del mando- y la derrota de Angeloz ante Menem. Y alcanzó uno de sus momentos estelares con la victoria electoral de 1996, cuando se convirtió en el primer jefe de Gobierno porteño elegido por el voto popular. De aquella gestión -que significó su trampolín a la Presidencia- no se recuerdan mayores obras, pero sí un prolijo manejo de las cuentas y a un dinámico Enrique Olivera como el hombre a cargo del día a día.
De la Rúa parecía prepararse para un destino mayor. La alianza con la centroizquierda, liderada por “Chacho” Alvarez y con predicamento en los sectores urbanos, fue el empujón que la UCR necesitaba para volver al poder.
Hubo una interna (De la Rúa vs. Graciela Fernández Meijide), donde el peso del aparato y la tradición radicales resultaron insuperables. Después, ambos unieron fuerzas para ganar la elección de 1999 contra el peronismo, que llevaba a Eduardo Duhalde como candidato. Pero, está dicho, aquella ilusión se evaporó rápidamente. Entre el corralito, los saqueos, las marchas y los fuegos de diciembre, la vida política de Fernando de la Rúa había concluido.