viernes 22 de marzo de 2024
EDITORIAL

Feminismo y sociedad patriarcal

El Movimiento Ni una Menos contra los femicidios y la violencia de género ha logrado instalar con fuerza ..

Por Redacción El Ancasti

El Movimiento Ni una Menos contra los femicidios y la violencia de género ha logrado instalar con fuerza el problema del machismo y los resabios de la sociedad patriarcal. Lo ha logrado en muy poco tiempo, a diferencia de la prédica de los movimientos feministas que tienen sus raíces en el siglo XIX y se expandieron progresivamente y a un ritmo lento, acompasado por acontecimientos políticos y sociales, a lo largo del siglo XX.

Tal vez puede marcarse que el Ni Una Menos no ha conseguido frenar los crímenes de odio contra las mujeres, pero sí debe mencionarse que ha tenido éxito en la visibilización del problema y en la instalación de un discurso que logró que la violencia machista dejara de naturalizarse.

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Kate Millett, una de las militantes feministas más destacadas de las últimas décadas, falleció hace algunos días. La ocasión sirvió para que se recordara algunas ideas suyas que explican la lógica de funcionamiento de las sociedades patriarcales. Para Millet, la dominación y subordinación entre los sexos creó una ingeniosa forma de colonización interior por medio de la cual las mujeres no se ven como oprimidas porque han sido completamente aculturadas en esa opresión al punto de defender a los hombres que son sus amos. 

Además, y muy vinculado con la reflexión anterior, consideraba a la violencia hacia las mujeres como un mecanismo que se ejerce hacia ellas cuando falla el consenso generado por las formas de socialización. 

Si bien se han registrado avances en el reconocimiento de los derechos políticos, civiles y sociales de las mujeres, sobre todo en la gran mayoría de los países de occidente, también es cierto que la igualdad está lejos de alcanzarse.
Algunas interpretaciones retrógradas contraponen feminismo con machismo, cuando el primero es la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y el segundo la negación de tal equivalencia.
O caracterizan violencia de género también a la ejercida por la mujer contra el hombre, cuando en rigor solo se debe utilizar la expresión para describir la que tiene a las mujeres como víctimas. Es que la violencia de género se define como “la violencia ejercida hacia la mujer basada en una relación de poder desigual en donde se privilegia a los varones sobre las mujeres en las sociedades patriarcales”.
Desde otra perspectiva, debe señalarse críticamente la postura de algunas militantes que se definen como feministas pero que en rigor difunden mensajes agresivos y estereotipados contra los “machos”, estigmatizando a los hombres por la sola razón de serlo con comentarios del mismo tenor que los machistas, pero invirtiendo los géneros.

Por cierto, a una sociedad conformada durante siglos sobre la base de la dominación del hombre sobre la mujer, le cuesta asimilar las proclamas que promueven la igualdad de derechos de los géneros como una realidad efectiva y no apenas como una construcción teórica.
Por eso, el feminismo debe debatirse ampliamente y sin prejuicios para contrarrestar las opiniones que deslizan criterios inexactos y que corren el eje del problema, al punto que deja de ser la búsqueda de la igualdad para convertirse en la potenciación de las diferencias.

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