Como sucede recurrentemente en la política
argentina, no exenta de turbulencias y feroces disputas aún en épocas estivales
que se suponen más propicias para la reflexión que para el álgido debate, las
interpretaciones de la realidad obedecen a la lógica dicotómica de la famosa
grieta.
Así, mientras para la oposición más dura el
Gobierno nacional ha sufrido, como consecuencia de una serie de hechos polémicos,
un desgaste de consecuencias electorales inexorables, para el oficialismo más
ortodoxo la resolución de estas controversias, plasmada en la conferencia que
el propio Mauricio Macri ofreció el pasado jueves, demuestra la fortaleza del
presidente, su capacidad de autocrítica y de reparación de los errores de
gestión cometidos.
Quizás convenga un análisis más
desapasionado de la realidad. Es decir, sin las contaminaciones del fanatismo
militante de uno y otro lado que distorsionan los hechos para reforzar los
propios argumentos, independientemente de la solidez de los razonamientos
expuestos.
Impacto
negativo
La idea de un Gobierno nacional frágil y
desorientado responde más a una expresión de deseos de cierto sector de la
oposición que a un dato de la realidad. De todos modos, la acumulación de "errores
no forzados” de la gestión de Cambiemos ha producido un impacto negativo que ya
empieza a reflejarse en las encuestas de opinión.
El controvertido acuerdo con el Correo
Argentino y el retoque hacia abajo del aumento de las jubilaciones fueron dos
iniciativas que generaron una ola de rechazos que abarcó a todo el arco
político y a buena parte de la sociedad. La decisión de dar marcha atrás -volver
a fojas cero- con estas medidas no recrea de manera automática la situación
inicial. Especialmente porque el retroceso obedeció más a la presión social y
política que a una admisión sincera de las equivocaciones cometidas.
La propia definición de "error” para
caracterizar la lógica de estas situaciones controversiales puede discutirse.
Vale la pena preguntarse si son realmente traspiés resultantes de la
inexperiencia o de cierto ensimismamiento que no permite tener una visión más
amplia de la realidad, o en rigor parte de la estrategia del "si pasa, pasa”.
Los del acuerdo con el Correo o el cálculo
a la baja del aumento a los jubilados no han sido los únicos "errores no
forzados” a lo largo de los catorce meses de gestión. También fueron "errores”
el DNU que determinó la movilidad del feriado del 24 de marzo; los montos
exorbitantes del primer tarifazo sin audiencias públicas; las declaraciones del
propio Macri diciendo que la primera ministra británica había aceptado comenzar
un diálogo sobre la soberanía de Malvinas; el decreto firmado al comienzo de la
gestión por el cual se infería una baja considerable del presupuesto educativo,
el apoyo explícito a Hillary Clinton en los comicios presidenciales de Estados
Unidos, la designación por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, entre
otros.
Aunque no tiene origen en una medida de gobierno, también merecen mencionarse en la lista de equívocos las idas y vueltas en el caso del titular de la AFI, Gustavo Arribas, acusado de recibir coimas de un operador de Odebrecht involucrado en la causa judicial por corrupción conocida como Lava Jato. Las contradicciones entre la defensa que ensayó el propio Macri en la justificación del origen del dinero y lo declarado posteriormente por Arribas inducen a pensar en la probable existencia de algo más que inexactitudes formales. En todo caso, corroboran una inexplicable tendencia a tropezar en temas muy sensibles que ameritan prudencia más que aclaraciones apresuradas de la propia cabeza del Ejecutivo.
En la mayoría de los casos mencionados, el
Gobierno sintió el golpe de las equivocaciones, en algunos con costos políticos
internos y en otros con costos diplomáticos, y tuvo que retroceder sobre sus
propios pasos. Y si bien para el relato oficial la rectificación es un signo de
madurez y razonabilidad, desde otra perspectiva puede ser interpretada como un
síntoma inequívoco de debilidad.
Descolocados
El Presidente y su equipo de colaboradores
han demostrado, en los momentos de tensión política, tener un discurso muy bien
pergeñado para responder los embates de la oposición que representa el
kirchnerismo. En ese rol se sienten cómodos, confrontando con los
representantes del gobierno que lo precedió y polarizando otra vez el debate
político de la actualidad.
Pero quedan descolocados cuando las
críticas provienen de la oposición más dialoguista, a la cual han recurrido
para lograr acuerdos que permitan que iniciativas fundamentales para la gestión
prosperen en ámbitos legislativos.
La novedad es que, a partir de la sucesión
de "errores” es los que ha incurrido el Gobierno, no han sido pocas las voces
provenientes de las propias filas de Cambiemos que marcaron distancia de la
estrategia oficial y advirtieron sobre las secuelas de índole política que
puede ocasionar, impactando incluso en la credibilidad general de la gestión.
El radical Mario Negri, convertido en uno
de los más eficientes operadores que tiene el Gobierno en el Congreso de la
Nación, analizó que "el cúmulo de errores desgasta” y señaló que "el Presidente, la figura que
alinea frente a la confusión, no puede ser usada abusivamente”.
En el contexto de una economía que no
puede salir de la recesión y que contribuye a exacerbar el impacto de los
tropezones políticos, el Gobierno nacional deberá esforzarse en abandonar las
estrategias de "prueba y error” o de "si pasa, pasa”, propias de dirigentes
improvisados antes que de funcionarios capacitados para resolver los problemas
de un país que exhibe frentes de conflictos abiertos en casi todas las áreas de
gestión.
El capital político, como el que
moviliza la economía, se pierde en la medida en que no se lo utiliza
adecuadamente. El "errorismo” como táctica de gobierno ha implicado un
menoscabo progresivo de ese capital.
En un año electoral y en un clima
político siempre propicio para las disputas, Cambiemos no puede darse el lujo
de seguir dilapidando el crédito otorgado oportunamente por la ciudadanía.