viernes 29 de marzo de 2024
Cartas al director

Lo bueno, lo malo y lo feo


Señor Director:

Con motivo de cumplirse 100 años del natalicio de Manuel Luis "Rubio” Herrera, destacado folclorista belicho, solicito a Ud. la publicación en el prestigioso diario que dirige, una reseña de la historia de vida de mi abuelo, que tuvo una activa participación en la vida cultural del departamento Belén.
Don "Rubio” Herrera nació en la ciudad de Belén el 21 de junio de 1916. Fue un músico intuitivo y autodidacta que dejó canciones que anidan en la memoria colectiva de su querido pueblo.
Vivió toda su vida en Belén y su historia estuvo marcada por su música, sus zambas, gatos y chacareras, como así también por la interpretación de los más variados valses que quedaron en el recuerdo de varias generaciones belichas.
Compuso piezas folclóricas de inestimable valor, tanto desde el punto de vista musical como desde el estético, tales como: "Qué lindo es mi Belén”, "Himno a Belén”, "Añorando mi terruño”; "Belén de Catamarca”, "Querida guitarra”, "Mi hualfinista”, "Morena mía”, "Canción desvelada”, "Ay, lloraré”, "Como tus cerros”, "Tu falsía”, "Ya todo se acabó”, "El gato de Herrera”, "Catamarca, la linda” y "Luna belenista”, entre otras. Sus letras y melodías evocan personajes, costumbres, tiempos, historia y paisajes lejanos de su pueblo, le cantó a su Belén que tanto amó, a su provincia, a la madre, a la mujer, a la novia y hasta a la triste suerte de un amor no correspondido.
En 1941, cuando tenía 25 años, integró un conjunto folclórico junto a los ex alumnos de la Escuela de la Cañada, que lo llevaría por primera vez a actuar en la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca en la "Escuela Normal de Niñas” y en la "Escuela Normal de Varones”; luego actuarían en festivales en las localidades de Choya, San Isidro y Valle Viejo; inclusive llegaron a participar en el acto de inauguración de la LW7 Radio Nacional Catamarca.
Don "Rubio” Herrera fue cantor y poeta de largas noches, de muchos desvelos y de grandes acordes de guitarra…"Permiso, serenata” era su carta de presentación, cuando interrumpía el silencio de las noches para empezar a cantar en las puertas o al pie de los ventanales de las casas de su pueblo, interpretando variados ritmos del folclore nacional (zambas, guarañas, vidalas, estilos, chacareras y antiguos valses), tales como "El picaflor”, "Novia mía”, "Suspiros que viajan”, "La carreta”, "Mi vida”, "Pobre flor”, "Antes”, "El guardián”, "Gotas de lluvia”, "Ilusión azul”, "Quema esas cartas”, "India”, "Mi estrella”, entre otras; con su voz cálida y profunda como pocas, y con la única compañía de su querida guitarra, sobre cuyas cuerdas desparramaba, con sus ágiles dedos, la savia del amor que fluía de su alma.
Fue un asiduo partícipe de los tradicionales carnavales de antaño, en festividades religiosas, fechas patrias y demás conmemoraciones de su pueblo, y llegó a compartir peñas folclóricas con grandes artistas de renombre nacional como: Don Manuel Acosta Villafañe y su hermano Carlos Quintino Acosta Villafañe, Don Atuto Mercau Soria, Felipe Zurita, Jorge Cafrune, Jaime Dávalos, Aníbal Arias y Ambrosio Nicoli.
En 1958 integró, junto a sus grandes amigos Plinio Aguiar, "Gordo" Santillán, Antonio Carrizo y Zacarías Romero, un grupo llamado "Mi Terruño”, el cual duró muy poco tiempo. Luego Don "Rubio” Herrera continuaría su carrera musical de manera solista, compartiendo tertulias folclóricas con Daniel y Ricardo Ríos, con Alejandro, Salomón, José, "Quecho” y el "Pebete” Gerván, con Guillermo Urquiza, Salomón Barrera, Hipólito Vega, Antonio Herrera, Alberto Mercado, Néstor Domínguez, "Nene” Cura y finalmente, con Marcos "Coya” Vázquez y Armando Domínguez.
Su prestigiosa trayectoria fue reconocida y difundida desde distintos medios de comunicación y espacios culturales, sus canciones recorrieron el país de la mano de distintos intérpretes locales y nacionales, tales como sus hijos Juan Manuel, Julio César ("Las Voces del Chango Real”) y Daniel Ricardo Herrera ("Los Pastorcitos de Belén”), Ambrosio Nicoli y sus Catamarqueños, Naco Rueda, "Los Ponchos Catamarqueños”, el "Chato” Bazán, "Tono” Aibar, "Compadre” Vega, "Perico” Romero, "Ficha” Acosta, "Velazco 4”, "Pelito” Araya, "Candri” Vega, "Belén 4”, "Los de Belén”, "Los Icacu Cantores”, "Los del Arenal”, "Los Calchaquí”, entre otros.
Don Manuel Luis "Rubio” Herrera falleció el 22 de septiembre de 2000, a los 84 años. Mi abuelo fue un cantor del pueblo, un apasionado por la música y el canto, que recibió lo más importante que un artista puede querer, la amistad, el cariño y el reconocimiento de su terruño tan querido; gracias pueblo de Belén por haber perpetuado su memoria e inscribir por siempre su nombre en las páginas de su historia.
La siguiente composición de su autoría fue consagrada como "Himno oficial del departamento Belén”: 

Himno a Belén

Entremedio de dos cerros,
ramas de la cordillera,
se alza el pueblo de Belén,
que fundó Olmos y Aguilera.

Un gran prelado argentino,
junto a don Manuel Belgrano,
a la independencia argentina,
a defenderla juraron.

Fue don Manuel Acevedo,
un cura gaucho belicho,
que Catamarca muy noble,
guarda en su pueblo divino.

Son tan lindos tus paisajes,
con sus perfumados valles,
con sus cerros azulados,
cuando se pone la tarde.

Cuna del poncho lo llaman,
y todo el mundo lo admira,
y para hacerlo más bello,
hay un hombre que se inspira.

Luis Franco lleva por nombre,
un gran poeta argentino,
que Catamarca muy noble,
guarda en su pueblo divino.


Yamila Soledad Gáname (nieta)
DNI 26.593.583
Piedra Blanca, FME
 
 
La pasión que despertó Belgrano

Señor Director:
 
Al cumplirse un nuevo aniversario del Día de la Bandera y, especialmente, al recordar la figura del General Manuel Belgrano, es importante trazar un paralelo entre aquel momento histórico en el que se creó nuestro símbolo nacional y la relevancia o el uso que le damos en la actualidad.
El 27 de febrero de 1812, cuando todavía las fuerzas libertadoras se debatían en plena lucha acerca de las ideas independentistas y en las desigualdades que tenían los incipientes ejércitos libertadores frente a los soldados de una de las principales potencias bélicas del mundo como España, un hombre tuvo una idea para incentivar el sentimiento patrio en plena gesta.
Belgrano vio la necesidad de darle a su ejército una insignia que simbolizara el fervor patriótico, las ganas, el empeño y la lucha por los cuales valiera la pena ofrendar la propia vida, porque simbolizaban que los sueños de una patria libre y soberana eran posibles.
Él quería estimular en sus soldados esa pasión. Que comenzaran a soñar también con la concreción de un país propio. Que todos juntos, los hijos de españoles, los criollos, los mestizos, los mulatos, los indios que conformaban sus milicias frente a poderosos ejércitos, pelearan por la independencia de su nación. Sin ser militar, Belgrano comprendió que era necesario darles a sus hombres un estandarte que simbolizara esa libertad con la que sonaban para sus hijos.
El ejército de Belgrano siempre se enfrentó en condiciones adversas a los ejércitos realistas, en cuanto a preparación, número, logística, armas, pero en cada batalla todo eso fue suplido con arrojo, coraje y amor a la patria. Ahí es donde la bandera jugó su rol fundamental. Fue mucho más que un lienzo celeste y blanco o un distintivo tras el cual identificarse.
Hoy, asistimos con alegría a eventos que están muy lejos de estas gestas heroicas pero que logran despertarnos aquella pasión que los soldados manifestaron tras su bandera. Cuando algunas de nuestras selecciones nacionales juegan con los colores en el pecho algo nos sucede y sacamos en cantos, gritos y hasta lágrimas el sentimiento del ser argentinos. Y la bandera flamea más que nunca. Sin embargo, y desafortunadamente, cuando termina el campeonato volvemos a arriarla. No solo la retiramos del frente de nuestras casas o de nuestros autos, sino que la sacamos de nuestro corazón. Ese paño celeste y blanco queda guardado en un placard junto con aquel sentimiento tan auténtico. Termina la fiesta y nos olvidamos de la otra pasión, esa que Belgrano logró transmitirles a sus soldados, la de un proyecto de país a seguir, la de una lucha que jamás se abandona porque simplemente en ella nos jugamos nuestras ansias de superación, de libertad, de justicia.
Desde el Instituto Belgraniano de Catamarca tenemos la misión de resaltar la figura de ese hombre que hoy emerge más que nunca en la necesidad de buscar ejemplos a seguir, en una Argentina ávida de hombres coherentes entre su pensamiento y su accionar, que pongan a la patria y la sociedad antes que a sus propias ambiciones, y como Belgrano y muchos hombres de nuestra historia, antes que a su propia vida. Que crecieron en familias adineradas, que fueron ricos y murieron en la pobreza, porque decidieron invertir todo el capital económico y humano en la revolución.
Que pudiendo disfrutar de las mieles del poder decidieron volcar ese poder en la gente y por eso dejaron su legado en nuevas escuelas, en leyes ejemplificadoras, en batallas honoríficas más allá del resultado.
Belgrano fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional y la justicia social, entre otras muchas cosas. Humanista, defensor de la ecología, el primero en reivindicar los derechos de las mujeres, de los pueblos originarios y un líder en el pensamiento independentista, cuya participación clave en momentos previos a la Semana de Mayo lo ubicó como uno de los hombres esenciales en la creación de una nación libre y soberana.
Y sobre todo, fue un visionario, desnudando una realidad que lamentablemente, y a 200 años ya, sigue vigente: "He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que solo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto", dijo el general.
En honor a Belgrano y su lucha, avivemos la pasión del ser argentino con banderas en las fachadas y en los autos, pero también en las acciones cotidianas, en nuestra responsabilidad como ciudadanos, como hijos de esta tierra. El celeste y blanco en la impronta con la que vamos a vivir, a trabajar y a luchar cada día por un país mejor.
"Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria; me contentaría con ser un buen hijo de ella", dijo Belgrano renunciando de la forma más sencilla a cualquier posibilidad de vanidad. Rindamos homenaje a su legado, siendo también buenos hijos de la patria libre que nos dejó.

Alfredo Gómez
Presidente del Instituto Belgraniano de Catamarca

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